Abrazar al Profeta tras abrazar el Islam

Por: Ibrahim J. Long

En esta reflexión, Ibrahim nos habla del proceso que siguen mucha gente que acepta el Islam, de abrazar el Islam primero y luego abrazar al Profeta y, en el transcurso, empezar a amarle. 

Estábamos sentados en la mezquita, juntos y en un círculo, y estábamos hablando sobre el profeta Muhammad, que la paz sea con él. Hombres y mujeres jóvenes, muchos de los cuales no nacieron musulmanes, vinieron a sentarse con nosotros después de realizar la oración ‘asr. Nos habíamos reunido para hablar sobre el hombre que había dedicado su vida a enseñarnos nuestra religión.

Uno de los jóvenes entre nosotros, Jacob, había abrazado el Islam solo unos meses antes y se había apasionado de inmediato por su nueva creencia. Cuando nos sentamos todos juntos, Jacob reveló un secreto: “Recuerdo cuando abracé por primera vez el Islam”, dijo, “No sabía mucho sobre el profeta Muhammad, que la paz sea con él. Y veía a todas estas personas a mi alrededor simplemente enamoradas de él… Me encantó el Islam… pero no sabía por qué la gente estaba tan obsesionada con él”.

Algunos otros asistentes mostraron su acuerdo asintiendo con la cabeza y algunos otros sonrieron. “Sé lo que quieres decir”, dijo Nancy, “al principio me preguntaba lo mismo”. Nancy, también convertida al Islam, había abrazado la religión solo unos meses antes que Jacob. Habiendo estado siempre interesada en la religión, se había interesado en el Islam después de conocer a algunos musulmanes y se abrió a aprender más. Al igual que Jacob, había encontrado en el Islam una religión que podía abrazar. Le gustaba la dignidad que el Islam le da a las mujeres, el énfasis en la oración y la dirección que le daba la vida; sin embargo, al igual que Jacob, en el momento de su conversión ella sabía muy poco sobre el profeta Muhammad, que la paz sea con él.

Aunque me habían pedido que guiara la discusión, yo no era diferente de ellos. Cuando abracé al Islam se debió a la belleza y profundidad del Corán, que nada más que una luz colocada en mi corazón me había convencido de creer firmemente que tenía un origen divino. Y, al igual que Jacob y Nancy, inicialmente solo sabía del Profeta Muhammad, que la paz sea con él, que fue a él quien se le reveló el Corán, y quizás algunas historias sobre su bendita vida.

Mientras estábamos sentado allí, juntos, y continuamos compartiendo nuestras historias, me di cuenta de algo en lo que no había caído antes: en cada una de nuestras historias personales, incluida la mía, el ejemplo del Profeta, que la paz sea con él, había adquirido un papel cada vez más crítico en nuestra vida diaria y en la fuerza de nuestra creencia. Aunque inicialmente no sabíamos mucho sobre él, cuando estábamos pasando por una prueba solía haber un amigo musulmán que nos contaba una historia sobre el Profeta Muhammad, quien pasaba por una prueba más difícil, por lo que nos esforzamos más por ser pacientes. Cuando teníamos dificultades con amigos o familiares, alguien nos informaba sobre cómo el Profeta, que la paz sea con él, trataba a otras personas y nos esforzamos más por ser como él. Y, mientras aprendíamos cómo adorar a Dios adecuadamente, nos dimos cuenta de lo perfectamente que el Profeta lo adoraba.

Aunque cada uno de nosotros sabía poco sobre el Mensajero, que la paz sea con él, cuando abrazamos el Islam por primera vez, al seguir el Islam su ejemplo se hizo cada vez más importante en cada paso del camino; y también nuestro amor por él. De hecho, su vida y su ejemplo nos enseñaron, y aún nos enseñan, cómo seguir la creencia que Dios nos había llevado a abrazar. Si bien sabíamos poco sobre el Profeta, al abrazar el Islam, descubrimos, a través de nuestro esfuerzo por lograr una semejanza con su exaltado nivel de carácter -en la medida de nuestras posibilidades- que él realmente es digno de elogio y emulación.


Fuente: Ibrahim J. Long / Traducido y editado por newmuslim.net/es

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