Por: Shaij Abdalqadir
No deberíamos eludir el estudio de la experiencia contenida en el ayuno. De nada sirve imaginar que sirve de base para algún tipo de experiencia “elevada” cuando precisamente la sabiduría del ayuno reside en el simple acto de separación que es el no comer. El ser humano manifiesta un vacío interior que se manifiesta en primer lugar como hambre o sed; una vez satisfecho, el yo experimentador en su dinámica energía “creadora de formas” traslada a continuación este vacío a la esfera emocional. La avidez de la persona se dirige entonces hacia el “otro”. Se come al otro. Primero la leche, luego la madre. Cuando el nafs se mueve hacia la imagen total del mundo, el apetito sale al exterior y pasa de la comida y el encuentro a cada uno de los niveles de la experiencia. La guerra y el afán de conquista no son más que el continuo devorar del niño insatisfecho. El Mensajero, la paz sea con él, había dicho que la madre, junto con la leche, le da al niño algo más: Sabiduría. Esta declaración crucial no debería ser sometida a la abstracción o al simbolismo. Es el centro de la imagen de la sabiduría. Leche/Sabiduría.
La compasión es la naturaleza misma de la experiencia vital. La realidad es que somos alimentados, pero el alimento contiene “algo” más: una energía que, si es saludable, produce en el niño la sensación de encontrarse a salvo en el proceso Divino. Si este “algo” está envenenado, transmitirá al niño los miedos y la ira de la madre. Así pues, la madre es el primer maestro del niño, y el niño que ha sido bien alimentado, en este sentido completo, es el que se siente más satisfecho. Por el contrario, el niño que no ha recibido esta sensación, de bienestar se asustará y buscará en la comida misma esa compasión que “acompaña” el alimento, pero que faltaba en su caso. Así pues, las expectativas de una persona con respecto al mundo, a dunia, a esas uvas que parecen tan cercanas pero son imposibles de alcanzar… Y no importa la forma cambiante de este apetito-imagen, pueden ser expectativas de reputación, de popularidad, de castigo, poder, tierras, riquezas o cualquier otra cosa. Todo ello en realidad no es más que futil expectación de la pérdida de transacción sabiduría en la infancia. Y en este patrón no existe culpabilidad, puesto que no es más que el sello del Destino. Ni tampoco podremos saber los que absorbimos en el primer banquete de la niñez hasta que esté completo el retrato de la vida. Puede que en esa primera transacción hubiera un recuerdo de amor intenso que ha sido encubierto; su develamiento es el Camino, o al menos una de las dimensiones más importantes del Camino, puesto que la transacción de sabiduría afecta afecta a la transmutación total del nafs que existe en virtud de nuestra experimentación del cuerpo como forma fenomenológica separada. No podemos pretender alcanzar la unidad mental cuando estamos atrincherados en el cuerpo sólido.
Aquí es donde el modelo del alimento halal, el alimento permitido, adquiere un profundo significado. Las células en sí deben ser puras al tiempo que la forma-exterior debe purificarse con el wudu. Shaij al-Akbar cita el ayat de Corán:
Y de ellos unos caminan arrastrándose sobre su vientre. (La Luz, 24:45)
Y dice: “Se refiere a aquellos Salihin que examinan escrupulosamente su alimento, puesto que mediante el alimento puro que produce fuerza para la práctica del dhikr, el corazón se ilumina y se convierte en morad de las formas de la Sabiduría Divina”. No debe olvidarse que cada recipiente tiene una capacidad y esta capacidad está determinada celularmente por el linaje familiar, el momento y el lugar del nacimiento, tanto desde el punto de vista cósmico como planetario. Ese acontecimiento que condiciona esto factores no solo no es diferente, sino que es parte al mismo tiempo del proceso Divino que es la vida cuya parte inicial es la experiencia alimento-sabiduría. Del mismo modo que en su momento salimos del vientre materno debemos ahora salir del mundo-como-pecho y experimentar el No-Visto a fin de, por la gracia de Allah, abandonar también la compañía de los Mensajeros y de los awliyya en los Jardines de los mundos del No-Visto para, deseosos finalmente de la Unidad en sí, seamos completado y termine por fin el gran banquete de las formas.
Hay un Hadiz Qudsi, aquel en el que Allah habla en primera persona y a través del Mensajero, en el que Allah dice:
“El ayuno es mío”
El ayuno es la apertura hacia la Realidad, es cuando se funde lo sólido, se dispersan las nubes-cuerpo y aparece el sol-espíritu. Tú disminuyes, Él aumenta. Es un proceso que de forma bastante real lo reduce a uno celular y experimentalmente, hasta que la persona que ayuna es consciente de su propia existencia como algo fluido y ondulante en vez de fijo y delineado. No importa cómo haya cristalizado o se haya definido a sí mismo el yo ilusorio; el ayuno del Islam desmantela inmediatamente esa forma dando así comienzo a la apertura.
El ayuno obligatorio que dura la totalidad de un mes, el mes cósmicamente concebido para ayunar, resuena profundamente en la pseudo-solidez del nafs y despierta la respuesta básica del nafs ante la experiencia alimenticia. Con ello se abre la totalidad del patrón del yo a fin de que el ayunante pueda verlo. “Cada día estamos en una nueva creación, tomad provisión de ella”, dijo el Mensajero en un Hadiz muy conocido. Esta es la experiencia de la persona en el ayuno: se da cuenta de que la constancia que imaginaba tenía el yo no era más que una ilusión superficial alimentada a base de patrones de costumbres y estructuras de comportamientos especialmente diseñadas para conferir a esa ilusión de solidez. Empieza a conocerse a sí mismo como realidad que se estremece, se desvanece, se derrite y está en movimiento. Conforme las capas comienzan a caer se da cuenta, en consecuencia, que lo que queda de él, a pesar de ser ya más frágil, carece todavía de realidad absoluta. El buscador comienza a despertar.
Fuente: Extractos de Libro ‘El camino de Muhammad‘, por el autor.