Cómo el consumismo y el neoliberalismo han afectado a las religiones

Por: François Gauthier

La religión ya no es lo que solía ser. No hace mucho tiempo, esta declaración se habría entendido como el declive de la religión. Una pretensión que parece estar respaldada por la reciente encuesta que muestra que más del 50% de los adultos británicos de hoy declaran ser “no religiosos”. Sin embargo, esta tendencia es solo una evaluación muy superficial de lo que realmente está sucediendo. Si observamos más de cerca, en el último medio siglo no ha habido un cambio de la religión hacia la no-religión, lo que comúnmente llamamos “secularización”, sino que ha sido un cambio de un tipo de religión a otro. ¿Cuáles son las fuerzas que están impulsando este cambio? Creo que estas pueden reducirse a dos procesos complementarios: el incremento y globalización simultánea del consumismo y el neoliberalismo. No como fuerzas monolíticas y unidireccionales, sino como las dos cabezas de un proceso que ha erosionado los fundamentos nacional-estatistas de nuestras sociedades en favor de una nueva configuración en la que los mecanismos y la idea de Mercado Global son determinantes. Como consecuencia, estamos cambiando de lo que llamo un “régimen nacional-estatista” de religión hacia uno de “mercado-global”.

Es fascinante que casi todos los eruditos religiosos hayan ignorado lo obvio: el increíble ascenso de la economía como una fuerza social dominante y estructuradora a comienzos de los años ochenta. Todos hemos notado que la educación, la salud y la misión del estado en general están ahora sometidas a la lógica de la eficiencia económica. Y todos hemos notado que el consumismo impregna la vida social de tal manera que es imposible hacer nuestras necesidades en uno baños públicos sin tener que mirar fijamente a la publicidad. Ser una “marca” se ha convertido en una necesidad para los partidos políticos, hospitales, ONG e incluso personas. Aún así, de forma general los autores más importantes de no hacen mención de los recientes desarrollos del capitalismo en sus análisis de la religión, al contrario de otras disciplinas que han reconocido la revolución neoliberal.

Consumismo

En Occidente, el consumismo llegó antes que el neoliberalismo. El consumo se convirtió en un fenómeno de masas que comenzó a fines de la década de 1950 y especialmente en la década de 1960. No fue solo un fenómeno económico: fue una revolución cultural y social. A partir de ese momento, el consumo de objetos y servicios se convirtió en un vehículo para expresar la identidad personal y quedó vinculado a la búsqueda de una vida auténtica para todas las clases sociales. El concepto de “consumismo” capta mejor cómo el consumo es más que el simple comprar bienes en un mercado: es un medio de circulación de símbolos, significados, identidades y pertenencias.

Charles Taylor ha argumentado que el consumo proporcionó un vehículo excelente para la democratización de la “cultura de la autenticidad y la expresividad”, según la cual se considera que cada individuo posee un yo único, y que encontrar y realizarse en este yo único constituye el verdadero significado de la vida . Este yo auténtico, además, debe ser liberado de las autoridades externas, como los padres, las instituciones políticas y religiosas. Tal cultura de consumo es, paradójicamente, hiperindividualista y comunitaria. La identidad, tanto la colectiva como la personal, se convierten en algo de suma importancia. No tienen sustancia si no son expresadas ​​y reconocidas por otras personas significativas. De ahí el increíble éxito de las “redes sociales”.

¿Cómo se relaciona esto con la religión? En lugar de proporcionar la base para la dislocación progresiva de la religión, la recompone y da paso a expresiones novedosas. Da forma a la religión desde “abajo”. La religión se convierte en una cuestión de elección: resucitados musulmanes, hindúes y católicos se unen a los pentecostales al considerar que la religión debe ser elegida. El aumento de las adhesiones “espirituales no religiosas” se encuentra bajo el barniz de “no religión”. La religión se vuelva algo desinstitucionalizado y basado en eventos. Las comunidades voluntarias desterritorializadas reemplazan a las heredadas ligadas al territorio. La religión nacional cede camino a las comunidades mundiales imaginadas, flujos transnacionales y/o pertenencia subcultural, tribal o étnica. La religión expresiva-auténtica se publicita en más formas que la tradicional exposición social y la relevancia política de las instituciones religiosas.

Neoliberalismo

El neoliberalismo consiste en el notable regreso de las viejas suposiciones neoclásicas sobre las virtudes, supuestamente impecables y neutrales, del mercado libre en lo que respecta a la distribución óptima de los recursos y la regulación social. Estas teorías encontraron renovada credibilidad después de tres décadas de crecimiento económico sin precedentes y reducción de la desigualdad liderado por Keynes. El neoliberalismo se convirtió rápidamente  en un conjunto ineludible de políticas, reforzadas por nuevas instituciones supranacionales a raíz de la desregulación del sector financiero de Reagan y Thatcher (TINA: no hay alternativa). Estos cambios macroeconómicos dieron el impulso a la última ola de globalización que todavía continúa, cuyo núcleo es convertir al mundo en un mercado global único con una cultura de interrelacionada correspondiente.

El neoliberalismo ha transformado sustancialmente nuestras sociedades sometiendo todas las demás esferas sociales, e incluso la misión misma del estado, a las leyes del comercio internacional y la “eficiencia” económica. Sus ideologías y prácticas relacionadas, como New Public Management, branding y marketing, fueron impuestas, en general, a las instituciones de servicios sociales. El neoliberalismo, de la mano del consumismo, naturalizó una relación utilitaria y económica con el mundo. Ha contribido a cambiar el lenguaje mismo de la regulación social, enterrando el antiguo discurso sobre “gobierno” bajo las nuevas auto-evidencias de la “gobernanza”.

El neoliberalismo moldea la religión desde “arriba”. Cambia el entorno en el que evolucionan las instituciones religiosas e impone nuevas formas de gestionar los recursos humanos y económicos. Las instituciones religiosas tradicionales, burocratizadas, jerárquicas y verticales, se ven obligadas a reducir el tamaño, racionalizar sus actividades, desarrollar estrategias de comunicación e identidades de marca, subcontratar tareas administrativas y considerar su misión como la prestación de servicios que satisfacen las “necesidades” individuales. Mientras tanto, surgen nuevas organizaciones religiosas interrelacionadas, flexibles, carismáticas, horizontales y transnacionales que aumentan el pluralismo (ahora entendido como “competencia”) y desafían los privilegios institucionalizados.

La religión se sale fuera de su campo

Tanto el consumismo como el neoliberalismo se combinan para desdibujar los límites entre las esferas religiosa y “secular”, de tal manera que la distinción religión/secular se vuelve cada vez más impotente. La religión sale de su campo. Las diferencias sociales de la modernidad nacional-estatista se desmoronan a medida que la religión se mezcla con el turismo, los negocios, los medios, el entretenimiento, la política, la psicología, la medicina y la curación. La división de lo privado/público, que formó la base para la regulación política de la religión en los regímenes republicano y liberal, se está disolviendo bajo el impulso expresivo. El “retroceso” del Estado inducido por el neoliberalismo conduce a nuevas iniciativas religiosas en el campo de la salud, el derecho, la educación, el trabajo social y el bienestar en general.

En general, los tipos de religión que permanecen más cercanos al modelo anterior nacional-estatista son aquellas que experimentan declive y se enfrentan las mayores presiones por reformarse. Por otro lado, aquellas que defienden un tipo emprendedor y se adaptan a la cultura de la ‘autenticidad’ y la ‘expresividad’ de una forma u otra están experimentando vitalidad y crecimiento. Las expresiones de autorrealización de las “espiritualidades holísticas” derivadas del New Age se han integrado totalmente en la cultura popular. También están siendo reconocidos cada vez más como formas terapéuticas aceptables por compañías de seguros y estados. Las tendencias carismáticas, de las cuales el desarrollo salvaje del pentecostalismo es solo una pequeña parte, están igualmente en aumento, a menudo acompañadas por la valoración y promoción de la prosperidad y el éxito. El aumento formidable y la extensión aparentemente ilimitada del mercado halal (incluidos los paquetes vacacionales ‘sharia-friendly’ y las peregrinaciones de cinco estrellas a La Meca), la aparición de la moda ‘modesta’ o el uso del velo integral, así como el surgimiento de un nuevo capitalismo amistoso y orgullo musulmán capitalista, son solo algunos de los fenómenos que han transformado la faz del Islam en los países de mayoría musulmana y las diásporas occidentales.

Aquellos que permanecen atrincherados en el paradigma político-institucional apenas consideran estos fenómenos dignos de atención. Están equivocados. Si se dieran cuenta de la importancia obvia de la economía en la base y dinámica de nuestras sociedades, y concibieran el “mercado” como antropólogos en lugar de como economistas neoclásicos, entenderían estas tendencias no como desarrollos marginales, sino como el mismo núcleo en lo que se están convirtiendo la religión ante nuestros propios ojos. Dado que el reconocimiento de este cambio global arroja luz sobre cómo la religión ya no está donde nuestras regulaciones políticas institucionalizadas esperan que esté, las consecuencias para las políticas y el debate público son enormes.


Fuente: http://blogs.lse.ac.uk Traducido y editado por Nuevos Musulmanes

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