Autor: Shaykh Abdalhaqq Bewley
Allah enseñó a Muhammad los ritos de la oración y este se los enseñó a Jadiya. Un día, cuando Ali tenía diez años, entró en la habitación y encontró rezando a Muhammad y Jadiya. Cuando terminarón preguntó:
“¿Ante quién os postrabais?”.
“Ante Allah” dijo Muhammad “que me ha hecho Profeta y me ha ordenado llamar a la gente para que Lo adoren”.
Entonces Muhammad pidió a su primo que entrara en el Islam y rechazara la idolatría; luego recitó el Corán. Ali, que tenía una naturaleza poética, estaba asombrado; cuando acabó la recitación dijo a su primo: “Dame tiempo para que consulte a Abu Talib”, es decir, su padre.
Después de pasar una noche agitada, Ali fue a ver a Muhammad y a Jadiya y les dijo: “Allah me ha creado sin consultar a Abu Talib. ¿Por qué debo yo ahora consultarle para adorar a Allah?”.
A partir de ese momento, Ali siguió a Muhammad fielmente y creció hasta convertirse en un hombre extraordinario y un gran líder de los musulmanes, cuyas palabras, llenas de sabiduría y piedad, son objeto de estudio y cuya espada invencible luchó casi medio siglo en defensa de la verdad.
Un visitante de Meca en aquella época describe la siguiente escena: “Tenía que reunirme con Al-Abbas, así que fui a buscarlo junto a la Ka’bah. Mientras estaba con él llegó un hombre de complexión radiante y aspecto sumamente digno. Iba con él un joven de aspecto agradable y una mujer vestida de forma que ocultaba su belleza. Circunvalaron la Ka’bah siete veces y luego empezaron a rezar y a postrarse. Cuando el hombre hacía algo, el muchacho que estaba a su lado y la mujer que estaba detrás, también lo hacían. Pregunté a Al-Abbas si se trataba de algo antiguo que no conocíamos o de una forma nueva de adoración; contestó: ‘EL hombre es mi sobrino Muhammad; a su lado está mi sobrino Ali y la mujer es Jadiya, hija de Juwaylid y esposa de Muhammad; y son las únicas personas en la faz de la tierra que rezan esta extraña y nueva manera”.
Al principio los Quraish no tomaron en serio las acciones de Muhammad pensando que era una rareza sin más.
La siguiente persona en la nueva fe, fue Zayd Ibn Al-Hariza. Zayd amaba a Muhammad, como todos los que le conocían, y confiaba plenamente en él. Como en el caso de Ali, Zays se convirtió en un joven sobresaliente, apoyo y defensor de Muhammad y un soldado aguerrido.
Fuente: La vida del Profeta Muhammad