Por: Shaij Ahmed Bermejo
En estos últimos días me he estado acordando mucho de uno de mis maestros, un hombre con el que compartí mucho y del que aprendí todavía más, un hombre de un carácter único, de un comportamiento elevado, alejado del mal y próximo al bien, al que siempre recuerdo con una sonrisa dispuesto a explicarme las cosas las veces que hiciera falta, con infinidad de ejemplos y situaciones hasta que mi dura cabeza las comprendía.
Durante mucho tiempo tuve el regalo de ser su traductor, eso me permitía pasar mucho tiempo con él, veía sus reacciones a las preguntas en las clases, algunas hechas con alevosía y tratando de “pillar”, tratando de meter el dedo en la llaga con acusaciones de que esto es un mal, que es bida’ o es makruh o es haram… y por mucho que lo viera en acción, siempre me sorprendía la capacidad que tenía de templar esos ánimos y dar una respuesta majestuosa, con pleno fundamento en nuestro Din, y hacer que ese que venía encendido acusando, se fuera como una balsa de aceite y no solo eso, si no que conseguía que se fuera con una sonrisa en el rostro y lo que es todavía mas difícil, con su corazón lleno de amor y de misericordia.
¿Cómo conseguía esto os preguntaréis? Y puede que también os preguntéis: ¿Por qué Ahmed viene ahora con esto? Las dos preguntas van muy unidas y son el motivo por el cual me he sentado hoy delante del ordenador a escribir estas palabras.
Como hijo de gallego que soy, voy a empezar respondiendo a la segunda pregunta: Por qué menciono esto ahora. Lo hago porque en estos últimos días he recibido varias preguntas y quejas que tenían un denominador común, y que no está nada alejado de esas preguntas y cuestiones que le planteaban a mi maestro y que él tan admirablemente “toreaba”.
Ese denominador común es la acusación a otros musulmanes por aspectos secundarios en nuestro Din, vestido todo ello de una “falsa” piedad y puritanismo, de un buenismo mal comprendido, que le hacen llevar al arrogante a maltratar a otra persona, a acusarla de que hace las cosas mal, que está “pecando”, que su oración no es válida y los más osados se atreven incluso a decir que se pudrirá en el Fuego del Infierno, porque, por ejemplo, tal chica, una chica noble, buena y que con su mejor intención ha ido a la mezquita, ha hecho el salat con pantalones…
¡Dios mío! ¿Pero qué está pasando con nosotros? ¿Tan mal estamos? ¿A estos extremos hemos llegado? Pues siento decirlo pero sí, hemos llegado a estos extremos. ¿Y qué se consigue con ello? Todos lo sabemos, en vez de acercar se aleja, en vez de incrementar el anhelo se rebaja, en vez de aumentar nuestro orgullo por ser musulmanes va hacia abajo y poco a poco, vamos perdiendo nuestra identidad.
Esto está ocurriendo entre nosotros los musulmanes y esta es la razón de que esté escribiendo estas líneas. Es un comportamiento que no debemos tolerar, no podemos permitirnos ir dando lecciones, mirando la paja en ojos ajenos y olvidándonos de la viga que tenemos en los nuestros.
Esto está totalmente alejado de la enseñanza del Islam, de la enseñanza del Corán, de la Sunnah del Mensajero Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, y recordar que hemos hablado largo y tendido de ello y de cuál ha de ser nuestro comportamiento en los dos artículos anteriores que he escrito.
Y ahora vuelvo a la primera pregunta y al ejemplo de mi maestro; ¿cómo conseguía apagar ese fuego del que venía con este tipo de acusaciones? O mejor dicho, ¿qué era lo que siempre me decía en este tipo de situaciones?. Me decía: “Ahmed, aplica esta regla en tu vida: Nunca jamás, por intentar arreglar un munkar causes un munkar mayor. Nunca jamás, para tratar de arreglar algo que está mal, para corregir un mal, causes un mal mayor”.
Esta es una regla que desde entonces he tratado de aplicar siempre en mi vida y creo que nos iría mucho mejor, en términos generales como ummah, si la aplicáramos todos y cada uno de nosotros.
Pero claro, no es nada fácil hacerlo si lo que nos gusta es andar siempre dando lecciones de vida, diciendo cómo se tienen que hacer las cosas, acusando a los demás de que hacen esto o dejan de hacer lo otro, de que eso está mal y eso está bien.
Nuestro asunto no es rebajar, todo lo contrario, es elevar, no se trata de culpar, se trata de perdonar, no se trata de atacar, se trata de defender, nuestro asunto no es imponer las cosas, es que se hagan por amor y convicción, no se trata de mirar a los demás, se trata de mirarse a uno mismo.
Y qué hermosa es en este sentido la historia de los dos nietos del Mensajero de Allah, salla allahu alaihi wa sallam, Al Hasan y Al Husain, que Allah esté complacido con ellos, cuando en una ocasión vieron a un hombre que estaba haciendo wudu mal. ¿Qué hicieron? ¿Cómo corrigieron ese munkar? ¿Causaron un munkar mayor, como podría ser que este hombre se alejara del islam? ¿Le dijeron, hermano, lo estás haciendo mal? ¿Fueron a decirle que hacía wudu mal y que por ello sus oraciones no eran aceptadas y que entonces ardería en el Fuego del Infierno porque sus oraciones no eran válidas? Por desgracia esto es lo que haría mucho gente hoy en día…
Pero no; ellos, que se habían educado en la mejor de las casas, que estaban empapados del amor y la misericordia de su abuelo, fueron a este hombre y le dijeron: “Te pedimos disculpas, pero mi hermano y yo tenemos una disputa de cómo se hace wudu, y al ver lo bien que lo hacías tu, queríamos pedirte que ejercieras como juez y que nos dijeras quién lo hace bien y quién lo hace mal”. El hombre aceptó. Y los dos jóvenes hicieron wudu, uno después del otro, de una manera correcta, tal y cómo lo habían aprendido en su hogar. Al verlos el hombre no puedo dejar de decir: “Por Allah, que los dos lo hacéis correctamente, soy yo el que hasta este momento lo hacía mal”. Y de esta manera maravillosa, llena de misericordia y sabiduría, consiguieron corregir un munkar.
Esto es parte de lo que me enseño mi maestro y si de entre todas las lecciones que me dio, todos los conocimiento que me transmitió, todos los tesoros que me legó, me tuviera que quedar con uno solo, sin ninguna duda me quedaría con este: “Ahmed, aplica esta regla en tu vida: Nunca jamás, por intentar arreglar un munkar causes un munkar mayor. Nunca jamás, para tratar de corregir un mal, causes un mal mayor”.
Esto es misericordia, esto es una verdadera comprensión del Islam, esto es conocimiento de verdad, esta es la verdadera sabiduría, esto es hikma real; no es soltar una retahíla de hadices y de aleyas del Corán, no es llenarse la boca con dichos grandilocuentes y amenazas, no es acusar, no es rebajar, no es maltratar; es perdonar, es elevar, es el mejor comportamiento, la sabiduría mas elevada y llenar el corazón de amor hacia Allah y hacia Su Mensajero.
Lo siento si me he excedido en mis palabras, pero por desgracia es un comportamiento demasiado común entre nosotros y es algo que me entristece sobremanera y que lleva unas semanas rondando en mi interior, y por ello, y esperando que Allah ilumine nuestros intelectos y corazones, me he decidido a escribirlo y compartirlo con vosotros. Y todo error en ello es fruto de mi incapacidad e ignorancia y todo acierto proviene de Allah.
Oh Allah te pedimos que nos des la capacidad de transmitir el Islam correctamente, más con nuestro comportamiento que con nuestras palabras. Oh Allah te pedimos que nos hagas ser de aquellos que por arreglar un mal jamás causan un mal mayor. Amin.
Fuente: http://ahmedbermejo.com/