Autor: Shayj Abdalhaqq Bewley
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Solía ser el que ataba al camello macho y daba de comer a los animales que se utilizaban para acarrear el agua. Barría su habitación, reparaba su calzado, remendaba sus ropas, ordeñaba la oveja comía con sus esclavos a los que vestía como él lo hacía y llevaba hasta su casa lo que compraba en el mercado. Dijo: “Oh Allah, haz que viva, muera y resucite con los pobres”. Tras su muerte no dejó dinero alguno.
Se vestía con lo que tenía más a mano, siempre que fuese lícito, aunque le gustaban especialmente los colores blanco y verde. Cuando estrenaba una prenda nueva daba a alguien la vieja. A veces utilizaba lana basta. Tenía un manto a reyas que era del Yemen y le gustaba mucho. Le encantaban los perfumes y compraba los mejores que había. Las únicas posesiones a las que tenía gran estima eran sus espadas, su arco y su armadura que utilizaba con arrojo en las muchas expediciones que se hicieron bajo su mando.
Lo más importante es que el Corán se reveló a través de él, y toda su vida fue una manifestación continúa de sus enseñanzas. Fue el ejemplo perfecto para su comunidad, tanto en cómo relacionarse entre ellos y con el mundo cómo actuar con su Señor, el Creador del Universo. Les enseñó a purificarse y cómo y cuándo postrarse ante Allah. Les enseñó cómo y cuándo ayunar. Les enseñó cómo y cuándo dar. Les enseñó a luchar en el nombre de Allah. Les dirigió en la oración y por la noche se postraba solo, hasta que se le hinchaban los pies. Y cuándo se le preguntó por qué, dijo: “¿Acaso no debo ser un esclavo agradecido?” (Abu Daud). Tenía una súplica para cada oración y no se levantaba ni sentaba sin mencionar el nombre de Allah. Todo lo que hacía era con la intención de complacer a Allah y les amonestaba sobre lo que les alejaría de Allah.
Infundía amor y sobrecogimiento a todos los que se encontraban con él, y sus Compañeros le amaban y reverenciaban más que sus propias familias, sus posesiones e incluso que a sí mismos. En una ocasión, su compañero y amigo más cercano, Abu Bakr as-Siddiq, para no molestar a su amado Profeta, a quien Allah bendiga y conceda paz, que estaba dormido, puso el pie donde había una serpiente que acabó mordiéndole. Su sobrino y yerno, ‘Ali, estuvo a punto de ser asesinado por haberle suplantado, y hay muchas más anécdotas que muestran la veneración que inspiraba a los que le seguían.
En el Corán, su Señor dice de él: “Ciertamente estás hecho de un carácter magnánimo” (Sura del Cálamo, 68:4), y el mismo Muhammad, a quien Allah bendiga y conceda paz, dijo: “Solo he sido enviado para perfeccionar las buenas cualidades de carácter” (Al-Bujari y Muslim). El consenso absoluto de las opiniones de sus Compañeros más cercanos, además de las transmisiones que no han llegado, muestran un hombre con una perfección de carácter tal, que no cabe duda alguna sobre la autenticidad del mensaje y la guía que nos trajo: el Camino del Islam.