Autor: Muhammad Al Ruwaili
Cuando el joven judío que servía al Profeta (sws) trayéndole agua para el Wudu’, alcanzándole las sandalias y ayudándolo en lo que necesitaba enfermó, el Mensajero de Allah (sws) lo visitaba periódicamente y se sentaba en la cabecera de la cama junto a él. Un día, el padre del joven observó la compasión con la que el Profeta (sws) miraba a su hijo que se encontraba despidiéndose de la vida mundanal para partir hacia la otra, a pesar de su juventud.
Ese día el Mensajero de Allah (sws) le habló de lo que más necesitaba en ese momento, exhortándolo a creer en el Islam para que así pudiese encontrarse con su Señor sometido a Su voluntad. El Profeta (sws) le dijo: “Acepta el Islam como religión y di: Atestiguo que no hay más dios que Allah y que yo soy el Mensajero de Allah”.
El joven escuchó con mucha atención las palabras de Muhammad (sws), pues en el tiempo que le sirvió pudo darse cuenta que su comportamiento era el de un Profeta (sws) y no el de un farsante mentiroso que se auto-proclamaba profeta por arrogancia y deseos de poder.
Pero el joven seguía condicionado y preso de la autoridad de su padre que se encontraba muy cerca de él en aquel momento. Y mientras el Profeta (sws) le reiteraba sus palabras el joven miraba a su padre como esperando su consentimiento.
Cuando su padre vio la preocupación de su hijo por ganarle a los pocos minutos de vida que le quedaban, le dijo: “¡Hijo! Obedece a Abu Al Qâsim y repite las palabras que te enseñó Muhammad”. Fue entonces que el joven profirió el testimonio de fe y dijo: “Atestiguo que no hay más dios que Allah y que tú eres el Mensajero de Allah”. Y luego de completar el testimonio de fe emitió su último suspiro y murió.
Una alegría inmensa invadió al Profeta (sws) al ver que aquel joven que lo había servido aceptó la guía del Islam antes de morir, e invocó a Allah (swt) diciendo: “¡Alabado sea Allah que salvó a este joven del fuego del Infierno a través mío!” Luego se dirigió a sus compañeros y les dijo: “¡Haced la oración fúnebre por nuestro hermano!”
Podemos analizar esta historia de distintos ángulos y reflexionar; incluso podemos sorprendernos del vínculo que existía entre el Profeta (sws) y este joven judío que permanecía mucho tiempo en su casa para servirlo, pues cuántos compañeros y seguidores del Profeta (sws) anhelaban poder servirle o que sus hijos tuvieran el honor de hacerlo; pero fue ese joven judío quien tuvo la gracia de hacer esa noble tarea.
Esta historia refleja el buen trato hacia quienes profesan una religión distinta al Islam, ya que el Profeta (sws) compartía reuniones con ellos, en las cuales les hablaba e invitaba al Islam con respeto, incluso los visitaba, respondía a sus invitaciones y les abría las puertas de su propia casa. Un ejemplo de ese buen trato es esta historia, pues podemos apreciar lo cerca del Profeta (sws) que podía estar uno de ellos. Además la misma nos enseña que relacionarse con aquellos que no profesan el Islam sirve para romper las barreras que puedan existir y que impiden llegar a ellos y mostrarles el Din del Islam.
Cuando el Profeta (sws) invitó al joven a aceptar el Islam, éste ya conocía bien al Mensajero de Allah (sws) y al mensaje que transmitía, pues había compartido muchos momentos y situaciones junto a él, gracias a las cuales pudo convencerse de su veracidad y honestidad. Y fue por ello que en el momento más decisivo de su vida aceptó con convicción y seguridad la invitación a creer en Allah (swt) que el Profeta (sws) le hizo.
También podemos apreciar el trato humano del Profeta (sws) hacia las demás personas, musulmanes y no musulmanes, pues él fue enviado como misericordia para todos los mundos. Así fue como alimentó a los prisioneros de guerra, visitó a los enfermos y acompañó a quienes se morían en sus funerales sin discriminar entre musulmanes y quienes profesaban una fe distinta. Se narra que en una ocasión cuando el cortejo fúnebre de un judío pasó frente a él, se puso de pie. Al verlo, sus compañeros le preguntaron: ¿Acaso honras su funeral no siendo musulmán? Y él les respondió: “Él es también un alma humana”.
Es por este motivo que la visita del Profeta (sws) a este joven judío que no era ni un jefe ni un líder, sino un sirviente demuestra la grandeza en la humanidad del Profeta (sws) y su nobleza, la cual fue imitada por sus compañeros y quienes sucedieron a éstos, siguiendo así las enseñanzas de Muhammad (sws) con las cuales iluminaron sus propias vidas y la de quienes los rodearon.
Otro aspecto de esta historia para reflexionar es la felicidad y el regocijo que sintió el Mensajero de Allah (sws) cuando el joven judío pronunció el testimonio de fe, a tal punto que exclamó: “¡Alabado sea Allah que salvó a este joven del fuego del Infierno a través mío!” y luego se dirigió a sus compañeros y les ordenó que hiciesen la oración fúnebre por él. Pero, ¿por qué habría de alegrarse el Profeta (sws) por aquel joven que falleció minutos después de aceptar el Islam, sin haber realizado grandes obras? Por cierto que el Profeta (sws) se alegraba cuando los hombres se encaminaban, aceptando la guía del Islam y salvándose así del fuego del Infierno. Ésta era la verdadera razón de sus tristezas y alegrías, de sus enojos y sus satisfacciones. Y fue este el motivo por el cual agradeció a Allah (swt) por haber guiado a una persona que estuvo extraviada y haberla salvado del castigo eterno. Y así como se alegraba, también se entristecía cuando lo desmentían y rehusaban creer en Allah (swt). Allah(swt) dice en el Sagrado Corán:
“¡Oh, creyentes! Recordad constantemente a Allah y glorificadle mañana y tarde.” (Sura de la Caverna, 18:6)
Y por último podemos observar cómo el Profeta (sws) no dejaba pasar una oportunidad sin exhortar a la gente a creer y sin transmitir el mensaje que le fue encomendado, incluso cuando se encontraban en la agonía de su muerte como en el caso del joven judío.
Fuente: http://www.ccislamicoreyfahd.org.ar/