Por: Ahsan Hanif
El Hajj es el viaje de una vida. Esta popular frase se ha convertido en un cliché. Hace no mucho tiempo, había que gente que ahorraba toda su vida para conseguir este sueño y ambición, y aun así, para muchos no sucedía. Esto sigue siendo el caso en muchos lugares del mundo. En el extremo opuesto, para mucha gente el Hajj no es necesariamente un punto de inflexión y no todo el mundo profundizará en su Din después de haber ido al Hajj; para algunos es incluso un signo de estatus.
Estas afirmaciones son generalistas, y no es necesariamente un caso u otro, pero ambas extremas posiciones son ciertas. No quiere esto decir que estas personas no valoren el Hajj o que no se lo tomen en serio, por lo contrario, sí que lo hacen. Pero incluso para estas personas, el Hajj tiene un efecto limitado que desaparece tras un tiempo. Puede que esto sea porque en este mundo acelerado en el que estamos acostumbrados a una vida de ‘clicks’ y ‘pases’ (smartphones, tablets, etc.) esperamos que el Hajj nos resuelva todas nuestras necesidades espirituales como si fuese un píldora mágica. De lo que nos tenemos que dar cuenta es que para que el Hajj sea un momento de inflexión y cambio tiene que ser algo en lo que ponemos mucho esfuerzo, muchas veces durante años.
Puede que te preguntes ¿qué significa todo esto? Es relevante mostrar que hay dos profetas quienes están muy relacionados con el Hajj y de quienes hemos tomado los ritos. El primero es el Profeta Ibrahim, que Allah esté complacido con él, y el segundo en nuestro Profeta Muhammad, que la paz sea con él. Cuando estudiamos sus vidas nos damos cuenta de que para ellos el Hajj era la culminación al trabajo de una vida, y no algo que sucedía tras unos meses, o semanas, de preparación. Veamos esto con más detalle.
Se dice que el Profeta Ibrahim nació en Babilonia y donde creció en una sociedad en la que prevalecía el paganismo y la idolatría. De acuerdo a algunos historiadores su padre, Azar, tallaba y vendía ídolos como profesión. El Profeta Ibrahim, quien había sido conducido por el camino natural del tawhid -la fitra, abandonó las prácticas de su gente. Allah, en el Corán, nos hace saber los diferentes desafíos a los que se enfrentó.
Primero fue a su padre, y con todo el debido respeto y sabiduría lo animó a que dejase la adoración de los ídolos. Allah menciona esto en el Corán:
Cuando dijo a su padre: «¡Padre! ¿Por qué sirves lo que no oye, ni ve, ni te sirve de nada? (Quran, 19:42)
A pesar de las palabras a su padre, este hizo oídos sordos. Al contrario, su padre respondió:
Dijo: «Abraham! ¿Sientes aversión a mis dioses? Si no paras, he de lapidarte. ¡Aléjate de mí por algún tiempo!» (Quran, 19:46)
Así, Ibrahim se enfrentó a su primera prueba: ser repudiado por su propio padre.
A pesar de esto y sin desanimarse, el Profeta Ibrahim continuó llamando a su gente a Allah, y cuando estos rechazaron su llamada esperó para mostrarles la futilidad de sus creencias. Es entonces cuando ocurre la famosa historia en la que Ibrahim rompe lo ídolos.
Y los hizo pedazos, excepto a uno grande que les pertenecía. Quizás, así, volvieran a él. (Quran, 21:58)
Cuando Ibrahim fue llevado ante su gente para ser interrogado les respondió:
«¡No!» dijo. «El mayor de ellos es quien lo ha hecho. ¡Preguntádselo, si es que son capaces de hablar!» (Quran, 21:63)
A pesar de dar fe a la debilidad inherente de sus dioses, su gente permaneció obstinada en sus creencias eligiendo en su lugar arrojar a Ibrahim a una pira ardiente, pero Allah le salvó de esto:
Dijimos: «¡Fuego! ¡Sé frío para Abraham y no le dañes!» (Quran, 21:6)
De esta manera Ibrahim no fue solo repudiado por su padre, sino exiliado de su tierra.
Ibrahim viajó a otra tierra, al Levante, dicen algunos historiadores, y se encontró con los adoradores de las estrellas. Entró en un debate con estos usando la lógica, tal y como había hecho con sus padres y su gente:
Y así mostramos a Abraham el reino de los cielos y de la tierra, para que fuera de los convencidos. (Quran, 6:75)
Ibrahim les mostró a esta gente la falsedad de adorar las estrellas, la luna o el sol dado que ninguno puede controlar su órbita, cuando es visible o invisible al ojo humano y mucho menos cosas mayores. En lugar de esto Ibrahim proclamó:
Vuelvo mi rostro, como hanif, hacia Quien ha creado los cielos y la tierra. Y no soy asociador». (Quran, 6:79)
De esta manera el Profeta Ibrahim fue de prueba en prueba incluso enfrentándose al rey de época, Nemrud. Allah le dio el hijo que tanto deseaba siendo ya muy mayor, y aún así, después de esto, se le ordenó que llevase a su esposa y su hijo recién nacido a la desierta tierra de Meca y que los dejase allí. Una tierra en la que no había comida, agua, cobijo o gente. Ni siquiera estaba en una ruta por la que la gente pasase de vez en cuando. Ibrahim obedeció la orden de Allah, esforzándose por su causa. Una tarea que sería imposible bajo ninguna circunstancia excepto para la creencia de Ibrahim.
Allah proveyó para Isamil y su madre y un grupo de gente llegó hasta allí y se asentó. Meca se convirtió en un pueblo y Ismail creció hasta convertirse en un joven. Ibrahim, que había vuelto, habiendo visto en un sueño que sacrificaba a su hijo Ismail
Y, cuando tuvo bastante edad como para ir con su padre, dijo: «¡Hijo! He soñado que te inmolaba. ¡Mira, pues, qué te parece!» Dijo: «¡Padre! ¡Haz lo que se te ordena! Encontrarás, si Allah quiere, que soy de los pacientes». (Quran, 37:102)
Una vez más Allah recompensó la obediencia de Ibrahim cambiando Ismail por un carnero. Estos son solo algunas de las pruebas que Ibrahim se encontró en su camino.
Ibrahim, siendo ya muy mayor, recibió la orden de construir la Kaaba y le pidió ayuda a Ismail:
Y cuando Ibrahim e Ismail levantaban los cimientos de la Casa: «¡Señor, acéptanoslo! ¡Tú eres Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe! (Quran, 2:127)
Por lo que la culminación de una vida de esfuerzo y obediencia a Allah fue la construcción de la Kaaba. Fue entonces cuando se le ordenó a Ibrahim que estableciera el Hajj.
Vemos de esta forma que el Hajj fue un regalo de Allah para con Ibrahim e Ismail por su repetido esfuerzo y obediencia a lo largo de toda su vida en Su camino. De esta manera hemos nosotros de entender el Hajj; hemos de saber que solo aquellos a los que Allah invita van a Su casa y que Él es nuestro anfitrión. En espera de que nos llegue esta invitación hemos pues de procurar esforzarnos en Su causa compliendo con lo que nos ordena y alejándonos de lo que nos prohíbe. Hemos de saber que, independientemente de cuando esta invitación nos llegue, ya seamos jóvenes o mayores, hemos de honrarle tanto antes como después, una vez regresemos a nuestro lugares de origen, siendo agradecidos y esforzándonos por mantenernos firmes, como el profeta Ibrahim.
Fuente: www.muslimmatters.com Traducido con modificaciones editoriales por el Equipo de Redacción