Por: Abdullah Bin Hamid Ali
El poder redentor de Ramadán es que el ayuno nos purifica en más de un sentido y nos redime a los ojos de Dios.
El ayuno del Ramadán conmemora la revelación del Corán, que se hizo descender al cielo más bajo en la Noche del Poder y luego de forma gradual al Profeta Muĥammad ﷺ a lo largo de los veintitrés años de su misión. Ramadán tiene muchos nombres, pero el más popular puede ser el Mes de la Misericordia (shahr al-raĥmah). Dios dice en el Corán:
Y con el Corán hacemos descender una cura y una misericordia para los creyentes, sin embargo los injustos no hacen sino aumentar su perdición. (17:82).
Una narración profética autenticada nos informa: “Dios tiene cien misericordias, una de las cuales es la razón por la cual las criaturas muestran compasión por las demás. Los otros noventa y nueve son para el Día de la Resurrección”. (Sahih Muslim)
Al describir su libro como una cura, Dios indica que puede remediar la enfermedad que afectan a sus lectores. Y, como una misericordia, es una fuente de alivio de una o más fuentes de angustia. Pero, incluso cuando el Corán reclama el poder de sanar y calmar a los creyentes, al mismo tiempo advierte a los “malhechores” de la pérdida y la ruina inevitables. El siguiente versículo, como otros, explica por qué los malhechores pierden o no obtienen beneficios al leer el Corán. Dios dice:
Alejaré de Mis signos a quienes se llenan de soberbia en la tierra sin razón; ésos que aunque vean todo tipo de signos, no creen en ellos y aunque vean el camino de la guía recta no lo toman como camino, pero que si, en cambio, ven el camino de la perdición, lo toman como camino. Eso es porque han negado la verdad de Nuestros signos y son indiferentes a ellos. (7: 146)
Si se considera que la negación del beneficio o el sufrimiento son contrarios a la “cura” y la “misericordia”, ambos podrían verse como antónimos de “castigo”. Para decirlo de otra manera, que se muestre misericordia en este sentido es evitar la ruina espiritual, incluso si uno experimenta regularmente dolor, angustia y fatiga por los deberes religiosos. De esta manera, el ayuno del Ramadán es una misericordia que lo abarca todo.
La misericordia a menudo se traduce como “compasión”, pero también puede entenderse como una forma de perdón. Se manifiesta endógenamente cuando el corazón se ablanda (riqqah fī al-qalb) o experimenta “compasión y preocupación por los sufrimientos o desgracias de los demás”, según lo define el New American Oxford Dictionary. De esta manera, la compasión representa con precisión una faceta del significado de la palabra árabe raĥmah. Un beduino le dijo una vez al Profeta ﷺ: “Besas a tus hijos, pero nosotros no”, a lo que él respondió: “¿Y tengo algún control sobre el hecho de que Dios ha eliminado la compasión (raĥmah) de tu corazón?”.
Las Raĥmah nos llama a que demostremos buena voluntad a quienes experimentan la desgracia como una forma de aliviar su sufrimiento (riqqah fī al-qalb taqtađī al-iĥsān ilā al-marĥūm). Sin embargo, el sufrimiento no siempre debe interpretarse como un castigo. En nuestra tradición, incluso las lágrimas, el dolor, el viento y las plagas pueden ser misericordias para los afligidos. En otras palabras, el sufrimiento no es solo punitivo o ejemplar; también puede ser redentor. Por esta razón, el Profeta ﷺ nos dice que incluso si un creyente es pinchado con una espina, ese pinchazo elimina una falta del registro de esa persona.
Las enseñanzas del Islam fueron proclamadas por el “Profeta de la misericordia”, quien enseñó que solo entramos en las “puertas de la misericordia” por la “misericordia de Dios”. La misericordia es un alivio del tormento, así como un tipo de recompensa. La recompensa incrementa acumulando buenas obras y soportando dificultades, manteniendo una buena opinión de Dios. El ayuno en general y especialmente en el mes de Ramadán es una dificultad particular a través de la cual el creyente puede experimentar un grado redentor de sufrimiento. Es un acto cuya sinceridad solo es conocida por Dios. Por esa razón, se dice que es la única buena obra para la cual Dios no nos ha dicho su recompensa, como es el caso con la oración, la caridad y otras buenas obras.
Dios nos ha dado nuestras vidas para apreciar Sus bendiciones y agradecerle por ellas. No es de extrañar, entonces, que aquellos que se suicidan sean calificados como “aquellos que desesperan por la misericordia de Dios”. Quitarse la vida, puesto que impugna la sabiduría divina, pierde la recompensa divina. Toda carga religiosa y aflicción que conlleva una paciencia sincera contribuye, por voluntad de Dios, a nuestro ascenso espiritual y, para algunos, a una mayor gnosis. Con la actitud adecuada, el ayuno del Ramadán y los dolores de hambre que lo acompañan, la fatiga corporal, el cansancio y la agitación sirven como misericordias para el cuerpo y el espíritu humano. El ayuno nos purifica en más de un sentido y nos redime a los ojos de Dios.
Fuente: Zaytuna.edu / Traducido por newmuslim.net