Autor: Ibn Ishaq
Cuando Muhammad, el Enviado de Allāh, alcanzó los cuarenta años, Allāh le envió como una misericordia para los hombres, como portador de buenas nuevas y advertidor para toda la humanidad. (Corán, 34:28) Previamente, Allāh había hecho un pacto con cada uno de los profetas anteriores a él de que debían creer en él, confirmar su veracidad y auxiliarle en contra de sus adversarios; y les exigió que transmitieran eso a todos los que creyeran en ellos, y ellos cumplieron su obligación a este respecto. Allāh le dijo a Muhammad:
Y he ahí que Allāh aceptó, a través de los profetas, este compromiso solemne [de los seguidores de revelaciones anteriores]: “Si, después de la revelación y de la sabiduría que os hemos concedido, viene a vosotros un enviado que confirma lo que ya tenéis, habréis de creer en él y auxiliarle. .Estáis dispuestos” –dijo Él– “a aceptar Mi pacto en estos términos?” Contestaron: “Estamos dispuestos”. Dijo: “Entonces, ¡sed testigos! y Yo seré vuestro testigo.” ( La Familia de Imran , 3:81)
Así pues, Allāh hizo un pacto con todos los profetas de que debían dar testimonio de esta verdad y ayudarle en contra de sus adversarios, y ellos transmitieron esa obligación a aquellos seguidores de las dos religiones monoteístas que creyeron en ellos.
[151] Al-Zuhrī relató, de ʿUrwa ibn Zubayr, que ʿĀʾiša le contó que cuando Allāh quiso honrar a Muhammad y tener misericordia de Sus siervos por medio de él, el primer signo de la Profecía concedido al Profeta fueron las visiones verdaderas, semejantes al resplandor del amanecer, que le eran mostradas en sueños. Y Allāh -dijo ella– le hizo amar la soledad de forma que nada le gustaba más que estar a solas.
ʿAbdu ‘l-Malik ibn ʿUbaydullāh ibn Abū Sufyān ibn al-ʿAlāʾ ibn Ŷāriya al-Ṯaqafī, que poseía una memoria retentiva, me relató de cierto erudito, que el Profeta, llegado el tiempo en que Allāh quiso concederle Su gracia y la Profecía, se dirigía a su asunto y se adentraba en el campo hasta llegar a las cañadas de Meca y los lechos de sus valles en donde no se divisaba ninguna casa; y las piedras y árboles junto a los que pasaba le saludaban diciendo, ‘La paz sea contigo, oh Enviado de Allāh.’ El Profeta se giraba a derecha e izquierda y miraba tras de sí, pero no veía más que árboles y piedras. Así estuvo viendo y escuchando todo el tiempo que Allāh quiso que estuviera. Después, vino el ángel Gabriel y le trajo el regalo de la gracia de Allāh mientras se encontraba en Ḥirāʾ, durante el mes de Ramaḍān.
Wahb ibn Kaisān, un cliente de la familia de al-Zubayr, me contó: Escuché a ʿAbdullāh ibn al-Zubayr decirle a ʿUbayd ibn ʿUmayr ibn Qatāda al-Layṯī: ‘Oh ʿUbayd, cuéntanos cómo empezó la Profecía que le fue concedida al Profeta cuando Gabriel vino a él.’ Y ʿUbayd relató a ʿAbdullāh y a los que estaban con él estando yo presente: [152] El Profeta solía pasar un mes de retiro en Ḥirāʾ todos los años practicando taḥannuṯ, como acostumbraban los Quraiš en tiempos del paganismo. Taḥannuṯ son prácticas devocionales religiosas. Abu Ṯālib dijo:
Por Ṯaur y Aquel que fijó Ṯabīr firmemente en su sitio
Y por aquel que asciende y desciende de Ḥirāʾ.
Wahb ibn Kaisān me contó que ʿUbayd le dijo: Todos los años durante ese mes el Profeta solía retirarse a rezar y daba comida a los pobres que venían a pedir. Y cuando, acabado el mes, volvía de su reclusión lo primero que hacía antes de ir a su casa era dirigirse a la Kaʿba y dar vueltas en torno a ella siete veces o tantas como Allāh quería; después se iba a su casa; y así hasta que el año en que Allāh le envió, en el mes de Ramaḍān, en el que Allāh dispuso para él lo que dispuso de Su gracia, el Profeta salió para Ḥirāʾ como solía, y su familia estaba con él. Cuando llegó la noche en la que Allāh le honró con su misión y mostró con ello Su misericordia a Sus siervos, Gabriel le comunicó la orden de Allāh. ‘Vino a mí,’ –dijo el Enviado de Allāh:
“Mientras yo dormía, trayendo un cobertor de brocado en el que había algo escrito, y dijo: “¡Lee!” Dije: “¿Qué debo leer?” Me abrazó tan fuerte con él que yo pensé que me moría; luego me soltó y dijo: “¡Lee!” Dije: “¿Qué debo leer?” Me abrazó de nuevo con él y pensé que me moría; luego me soltó y dijo: “¡Lee!” Dije: “¿Qué debo leer?” Me abrazó con él por tercera vez y pensé que me moría, y dijo: “¡Lee!” Dije: “¿Qué es lo que debo leer?” –y lo dije sólono fuera a hacerme lo mismo otra vez. [153] Dijo:
¡Leeen el nombre de tu Señor, que ha creado–ha creado al hombre de una célula embrionaria! ¡Lee –que tu Señor es el Más Generoso; el que enseñó [al hombre] el uso de la pluma –enseñó al hombre lo que no sabía! (Sura del coágulo, 96:1-5)
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Fuente: Extracto del libro “Sira Rasul Allah” de Ibn Ishaq, con algunas modificaciones editoriales.