Autor: Shaykh Abdalhaqq Bewley
La razón del éxito del Profeta Muhammad, s.a.w.s., tanto en lo interno como en lo externo, fue su sumisión total y la dependencia absoluta de Allah en todo momento. Desde la súplica después de haber sido humillado por la gente de at-Taif, en el momento de mayor impotencia, hasta el establecimiento del Islam como una realidad dinámica y luminosa en Medina y su posterior expansión, el Profeta siempre fue consciente de forma absoluta y continua de que todo el poder y toda la fuerza pertenecen únicamente a Allah, s.w.t.
El profeta Muhammad rechazó la realeza cuando Yibril le ofreció la posibilidad de elegir entre ser un Profeta-rey o un Profeta-esclavo. Siempre vivió en Medina de la misma manera que los habitantes más modestos y con menos comodidades que muchos de ellos. Esto no quiere decir que rechazase las responsabilidades de gobierno, sino que no quería saber nada de la pompa y circunstancias de la realeza. A pesar de esto, era el dirigente en todos los sentidos de la floreciente entidad política musulmana.
Aunque es verdad que la mayoría de los que han compilado la Sira del Profeta, s.a.w.s., reconocen que él era el dirigente indiscutible, son pocos los que han especificado cómo ocurría esto. Se cree comúnmente que el gobierno real y la administración política de la umma musulmana es algo que no ocurrió hasta después y por influencia de los romanos y persas. La realidad es que ésta viene de la guía del Corán y de la Sunna del Profeta, s.a.w.s, una vez puesta en práctica y que se manifestaba en todas las cuestiones de gobierno y administración. Pasa lo mismo con la civilización islámica, pero lo cierto es que el Profeta, s.a.w.s., mostró gran interés por campos como la anatomía, la medicina y varios aspectos de las ciencias naturales, el comportamiento en su forma más general, la ética, los viajes, la historia, la geografía, las matemáticas y la agricultura, además de alentar a la búsqueda intelectual y la aplicación práctica en todas estas áreas de las disciplinas humanas.
Lo primero y más destacado es que esto tenía un efecto sobre las personas y las hacía cambiar. Al-Kattani dice que transformó a esos hombres que antes de ser musulmanes sólo prestaban atención a su existencia cotidiana como beduinos en grandes hombres y líderes sofisticados que mostraban interés por todos los campos del saber, tanto de la Shari’a como de las ciencias. Hizo esto a través del ejemplo y mediante el establecimiento de todos los aspectos que hoy se esperan de un gobierno.
Podríamos decir que el primer acto político fue el ba’ya de los representantes de las tribus de ‘Aws y Jazray, que le pidieron ser su líder, y que es la base del liderazgo político musulmán hasta hoy día. Una vez en Medina, estableció una mezquita y a continuación un mercado y envolvió a toda la comunidad en ello, estableciendo las bases de todo asentamiento musulmán posterior. Redactó un pacto para establecer los derechos y obligaciones de las diferentes facciones de Yazrib. Aún más importante fue el tratado de hermandad entre los muhayirún y los ansar, que establecía una nueva hermandad dejando de lado todo tipo de lazos tribales, nacionales y raciales, que se basaba en una creencia religiosa compartida y que sería la fuerza de la expansión posterior del Din.
Una vez hecho esto se dedicó a la organización política de los musulmanes en un conjunto único y orgánico. El Profeta hizo esto por medio de organizar toda la actividad tanto administrativa como de adoración: nombró escribanos que redactaban la Revelación y todo tipo de contratos. Se reunían en un sitio llamado Diwán, nombre que se mantiene hasta hoy en día. Organizó la justicia, juzgando él la mayoría de casos, y nombró a otra persona en algunos; mandó gobernadores a todas las zonas que llegaron a estar bajo su control con instrucciones detalladas; mantenía relación con naciones extranjeras, mandaba emisarios y recibía delegaciones.