Autor: M. Fethullah Gülen
Capítulo del libro Un análisis de la Vida del Profeta: Muhámmad, el Mensajero de Dios, publicado por la editorial La Fuente
La Toráh y los Salmos
Un Compañero una vez le pidió al Mensajero de Dios que hablara sobre sí mismo. Él dijo: «Yo soy aquel para quien Abraham hizo el salat y de quien Jesús transmitió buenas nuevas». (Muttaqi al-Hindi, Kanz al-Ummal, 11:384.)
A esto se refieren los siguientes versículos coránicos:
¡Señor nuestro! Envíales un mensajero que sea uno de ellos, para que les recite Tus signos, les enseñe el Libro, la Sabiduría y los purifique. Es cierto que Tú eres el Insuperable sin igual, el Sabio (Sura de la Vaca, 2:129).
Y Jesús, hijo de María, dijo:
¡Oh Hijos de Israel! No cabe duda de que soy el Mensajero de Dios enviado a vosotros, confirmando (todo aquello de la verdad contenida en) la Toráh que fue revelada antes de mí, y trayendo las buenas nuevas de un Mensajero que vendrá después de mí, cuyo nombre es Ahmad». Pero cuando llegó a ellos (toda la humanidad incluyendo las posteriores generaciones de los Hijos de Israel) con los signos manifiestos (de ser el Mensajero de Dios), dijeron: «Esto (lo que predica y hace) es obviamente (nada más) que hechicería (Sura de las Filas, 61:6).
Se esperaba al Mensajero de Dios. Todos los Profetas precedentes hablaron de él y predijeron su llegada. El Corán (3:81) expresamente declara que Dios hizo un pacto con los Profetas, en el cual todos ellos prometían creer y ayudar al Mensajero que vendría después y que confirmaría el Mensaje que ellos habían traído.
Aunque distorsionadas y alteradas, las versiones actuales de la Toráh, el Evangelio y los Salmos todavía contienen versículos que aluden al profeta Muhammad. El difunto Husayn Yisri encontró ciento catorce de tales alusiones y las citó en su Risalat al-Hamidiyya. Citamos unos ejemplos aquí, comenzando con: «El Señor vino del Sinaí, brilló para ellos desde Seír; resplandeció desde el monte Parán» (Deuteronomio 33:2). Esto se refiere, respectivamente, a la Misión Profética de Moisés, Jesús y Muhammad. El Sinaí es el lugar donde el profeta Moisés habló con Dios y recibió la Toráh. Seír, un lugar en Palestina, es donde el profeta Jesús recibió la Revelación Divina. Parán es el sitio en el que Dios se manifestó a la humanidad por última vez a través de Su Revelación al profeta Muhammad.
Parán es una formación montañosa ubicada en La Meca. Es mencionada en la Toráh (Génesis 21:19-21) como el área del desierto en donde Hayar fue abandonada por su marido Abraham para vivir con su hijo Ismael. El pozo de Zamzam también está localizado allí. Como se indica en el Corán (14:35-37), Abraham abandonó a Hayar e Ismael en el valle de La Meca, que era entonces un lugar deshabitado entre las sierras de Parán. Debido a tales predicciones evidentes en la Toráh, los judíos esperaban al Último Profeta y sabían que aparecería en La Meca.
El versículo del Deuteronomio, según la versión árabe publicada en Londres (1944), sigue así: Él vino con gran número de santos; en su mano derecha había un hacha de fuego de dos filos. Esto hace referencia al Profeta prometido, que tendría muchos Compañeros con el más alto grado de santidad y al que le sería permitido, e incluso ordenado, luchar contra sus enemigos.
El Señor me dijo (a Moisés):
«Es cierto lo que han dicho. Levantaré un Profeta entre sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará de todo lo que yo le mande. Mas a cualquiera que no oyera las palabras que él les diga en mi nombre, yo le pediré cuentas» (Deuteronomio, 18:17-19).
Está claro en estos versículos que un Profeta entre sus hermanos, como tú significa un Profeta de la descendencia de Ismael, ya que Ismael es el hermano de Isaac, el antepasado de los Hijos de Israel. El único Profeta que vino después de Moisés y se pareció a él en muchos aspectos (por ejemplo, trayendo una nueva ley y haciendo la guerra contra sus enemigos) es el profeta Muhammad. El Corán señala a este:
Sin duda os hemos enviado (Oh pueblo) un Mensajero que es testigo sobre vosotros (alguien que atestiguará en el Más Allá con respecto a vuestros actos como respuesta al Mensaje de Dios), precisamente como enviamos un Mensajero al Faraón (Sura del Envuelto en el manto, 73:15).
Abdullah ibn Amr, un asceta al que el Profeta recomendó que no dejara de dormir con su esposa y que ayunara sólo un día sí y un día no, se relató que había dicho: «Todo el mundo que ha seguido las religiones anteriores sabe que Dios enviaría un Profeta a la humanidad como portador de buenas nuevas y advertidor». Leí personalmente en la Toráh estos versículos sobre él:
¡Oh Profeta! Te hemos enviado a la humanidad como portador de buenas nuevas, como apoyo y refugio para la gente común y corriente, aquel que les previene. Eres Mi siervo y Mensajero. Te he llamado Mutawakkil —aquel que deposita su confianza en Dios—. Él no es un grosero, un petulante ni una persona enojada, tampoco grita en las calles. No repele el mal con el mal; por el contrario, disculpa y perdona. Dios no lo hará morir antes de que él dirija la nación desviada al camino recto declarando que no hay más deidad que Dios. (Bujari, «Buyu», 50; Ibn Hanbal, Musnad, 2:174.)
Este informe fue confirmado por Abdullah ibn Salamy Kab al-Ajbar, los eruditos más cultos de la comunidad judía en la época del Profeta. Después se convirtieron al Islam. También leemos sobre Muhammad en los Salmos de David:
Dominará de mar a mar desde el río hasta los confines de la Tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán ante él; Todas las naciones le servirán, porque él librará al menesteroso que clame, y al afligido que no tenga quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, y se orará por él continuamente. Todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; y se balanceará su fruto sobre la cima, y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; Le llamarán dichoso (72:8-17).
Fuente: http://www.editoriallafuente.es/