Autor: Redacción
La oración es una forma de adoración, la expresión más elevada de la alabanza y la súplica al Creador. Aquellos que celebran las alabanzas del Dador y el Sustentador se dan cuenta en la oración de la misericordia de que esta fuese establecida al Profeta Muhammad, que la paz sea con él, en el momento en el que estaba más cerca de su Señor (la oración fue hecha obligatoria durante el Viaje Nocturno). Dios pidió que estas cinco oraciones fuesen realizadas cada día e hizo que su valor fuese igual al de cincuenta (ver El Viaje Nocturno). Para el creyente la oración es una ocasión para glorificar al Dador de todo bien y misericordia por Su gracia y bondad. Convencido de las maravillas de la creación el ser humano busca Su misericordia y pide ser guiado por el camino recto, el camino del medio. Por esto hace falta ser constante y obediente en las oraciones, no una obediencia a ciegas, sino una que trasciende los límites de la naturaleza humana.
A través de la alabaza y la súplica el creyente obtiene una profunda satisfacción debido a la cercanía que alcanza con Aquel que da la vida y la muerte; en cualquier momento del día o de la noche puede ponerse en su presencia. Por esto, la oración es un acto vital y normal por el cual la pequeña isla de nuestra personalidad descubre, de pronto, su situación en el gran conjunto de la vida. Esto explica porque el Profeta, la paz sea con él, cuando pedía a Bilal que llamase a la oración en momentos difíciles, decía: “Ahora buscamos consuelo en la oración”. Era este profundo sentido de satisfacción y alivio que hacía que el Profeta, la paz sea con él, permaneciese tanto tiempo inclinado y postrado; incluso hasta el punto de que varios de sus compañeros llegaran a pensar que se había olvidado de que esta rezando. El conocimiento de que con la oración se abandona este mundo y se acerca el ser humano a la presencia del Creador es una fuente de satisfacción y placer ante las dificultades de este mundo. Se ha transmitido de forma auténtica que el Profeta, que la paz sea con él, llegaba a rezar tanto por las noches, especialmente las de invierno, que sus pies llegaban a hincharse. Cuando se le preguntó por qué dedicaba tanto tiempo a la oración a sabiendas de que sus faltas habían sido perdonadas dijo: “Acaso no he de ser un siervo agradecido”.
La posibilidad de acceder a la presencia del Creador y la satisfacción que se obtiene de la oración es un rasgo característico del Islam. En el Islam no hay sacerdotes ni curas, cada cual es el suyo propio. Lo único que hace falta para prepararse para este viaje espiritual es hacer las abluciones pertinentes.
La esencia de la oración es la humildad. El Corán dice:
“Habrán triunfado los creyentes. Aquellos que en su salat están presentes y se humillan”. (Corán, 23:1-2)
Como todo acto de adoración la oración, o Salat, tiene sus ritos, que comienzan con estar en un estado de pureza y limpieza física que se alcanza a por la ablución, pero esto no es la base de la oración; lo que es importante es el estado de consciencia y humildad del realiza la oración. Dice el Corán:
“Ni su sangre ni su carne ascienden a Allah, lo que llega a Allah es vuestro temor de Él” (Corán, 22:37)
Las oraciones y las súplicas no pueden ser ofrecidas al Creador sin un sentido profundo de humildad y conocimiento. Este sentido de humildad surge del conocimiento del creyente de la grandeza y majestad de quien le ha creado a él y todo lo que le rodea y poderoso por encima de todas la cosas. El conocimiento del Creador es una obligación para todo musulmán y en la reflexión sobre esto es de lo que surge la humildad cuando nos postramos ante Él.
Aunque pudiese parecer paradójico, este humildad ante el Creador otorga a la persona la dignidad como ser humano, puesto que como dice Allah en el Corán:
“Y no he creado a los genios y los hombres sino para que me adoren”. (Corán 51:56)
Dicen los mufassirin (los que estudian el Corán y explican su significado) que en este contexto “adorar” significa conocer. De esta forma el conocimiento del Creador lleva a su adoración y el ser humano cumple con la función que la ha sido otorgada en la creación, alcanzando a si la dignidad.