Por: Redacción
Hay mucho más detrás de extender el saludo de paz –salam– de lo que parece; el cual, por cierto, se recomienda iniciar y al que es obligatorio responder. Es más que un simple gesto verbal. Y ciertamente es más que solo decir “hola”.
El Corán nos llama a ello:
Y cuando os dirijan un saludo, corresponded con uno mejor que él o simplemente devolvedlo, es cierto que Allah tiene en cuenta todas las cosas. (Corán, 4:86)
Extender el saludo mutuos de de paz –salam– es una práctica profética bien establecida. El Profeta, que la paz sea con él, dijo:
La mejor gente ante Allah son aquellos saludan primero con saludos de paz (salam). (Sunan Abi Daud)
Y también dijo cuando fue preguntado qué acción es la mejor en el Islam:
Alimentar a la gente y extender el saludo de paz (salam) a quien conoces y a quien no. (Bujari y Muslim)
La idea detrás de esta práctica de extender el saludo de paz es difundir la bondad y el amor entre los creyentes y entre todas las criaturas de Allah. Al iniciar el saludo de paz, mostramos nuestra buena voluntad e intención hacia los demás; estamos pidiendo a Dios que Su paz, misericordia, bendiciones y protección se derramen sobre todos aquellos que conocemos y saludamos. No es de extrañar, entonces, que el famoso sahabi, Ibn ‘Umar, fuera a su mercado local sin otro motivo que difundir los saludos de paz (salam) a todos los que se encontraba; ya fuesen amigos o extraños (Muwatta, Malik).
El versículo que hemos mencionado al principio nos enseña que es preferible responder con un saludo mejor, pero se requiere que al menos devolvamos un saludo igual. Por ejemplo, si somos recibidos con: al-salamu ‘alaykum, es preferible que respondamos con: wa‘ alaykum al-salam wa rahmatullah (o incluso agregar: wa barakatuhu). O, al menos, devolvamos un saludo igual (en este caso, wa lay alaykum al-salam). De igual manera, si alguien nos saluda con: al-salamu ‘alaykum wa rahmatullah, el versículo anterior nos obliga a responder por lo menos con su igual: wa‘ alaykum al-salam wa rahmatullah. No realizar esto es quedarnos cortos en nuestra conducta fraternal, y no cumplir con una inducción coránica.
Por supuesto, cuando abunda la ignorancia de tales códigos básicos de comportamiento, debemos ser cuidadoso cuando extendemos el saludo completo de salam, no vaya a ser que no demos al oyente la opción de devolver un saludo igual o mejor y, por lo tanto, lo pongamos en un situación no deseada sin que él sea consciente.
Algunos eruditos han enfatizado que, aunque la norma y la recomendación es extender el saludo de paz –salam– entre los musulmanes, el versículo anterior se aplica a cualquier saludo y a cualquier persona. Por lo tanto, si un no musulmán nos saluda con un simple “hola” o “buenos días”, debemos de responder con una respuesta mejor (“hola, y espero que estés bien”, por ejemplo), o al menos un saludo igual.
Siempre que se nos saluda con un cálido y sonriente Salam, el mismo versículo nos enseña a corresponder con nada menos que esto: en otras palabras, una cálida y sonriente respuesta.
Por eso hemos de ser conscientes de que cuando extendemos o devolvemos el saludo de paz –salam– en realidad estamos haciendo un Dua a Allah para que derrame Su paz y bendiciones sobre la otra persona. Y ¿acaso pedimos algo importante a alguien sin ser conscientes de ello? Es casi una falta de respeto hacia quien nos estamos dirigiendo.
El tipo de salam frío, con cara de zombie, como si acabáramos de regresar de un funeral y desinteresado, que a menudo se da o devuelve, ¡simplemente no es lo suficientemente bueno!
El Corán considera que esto es mezquino y de mal carácter. Si la intención, incluso cuando uno saluda a otro con salam, es hacerle daño o hablar mal de ellos a sus espaldas, es poco probable que esto deba al mal carácter; tal acto tiene un hedor distintivo de hipocresía.
La esperanza es que, a través de todo esto, no solo aprendamos a demostrar nuestra buena voluntad a los demás; o ser lo suficientemente empáticos como para hacer una norma de invocar bendiciones y bondad sobre los demás; sino que también aprendamos a convertirnos en personas que, por nuestra propia naturaleza, están ansiosas por dar más de lo que reciben.
Una comunidad en la que se nutre el amor al dar y la bondad, en un principio como una instrucción religiosa; pero luego, como ideal espiritual y desinteresado, es una comunidad que comienza a reflejar la relación mutua que Dios desea que hagamos realidad en todo el colectivo humano. Pero comienza con individuos que buscan ser mejores personas por el bien de Dios.