Eligiendo a Dios

Sarah Joseph is the editor of Emel Magazine

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Autor: Sarah Joseph

He experimentado muchas reacciones distintas de la gente cuando se enteraban que me había hecho musulmana.

Confusión, felicidad, incredulidad, contentamiento, enfado; pero la reacción que más me incomoda es cuando un musulmán me dice: “Tú has elegido ser musulmana. Eres mejor que yo”.

No acepto la idea que yo soy ‘mejor’ que otros en mi fe. Eso es algo que solo Dios puede saber o juzgar.

Conozco mis propias imperfecciones y mientras pondero sobre ellas ni siquiera me puedo consolar pensando que “lo hice lo mejor posible”. Sé que mi “mejor posible” puede ser mejor de lo que es en este momento.

No debemos juzgar la relación de otra persona con Dios –ya sea para pensar que la suya es mejor que o peor que la nuestra–. Nuestro deber es para con nuestra propia relación con Dios.

“No hay coacción en la práctica de adoración” (Corán 2:226) Esto es lo que se nos recuerda en Corán, por lo tanto cada uno ha de mirar su propios asuntos respecto a su relación con el Creador.

Incluso si pudiésemos trazar nuestro linaje hasta el mismo Profeta, que la paz sea con él, nosotros, como individuos, hemos de decidir si simplemente vamos a aceptar unas identidades heredadas de nuestros padres o, si por el contrario, vamos a hacer nuestra la creencia –de forma intelectual, moral, espiritual y práctica–.

No podemos heredar la creencia, es algo que tiene que surgir en nuestro corazones, por nuestros propios esfuerzos y por la misericordia de Dios.

Distracciones de la vida

Nuestras vidas diarias son una distracción constante de Dios. Listas de cosas que hacer que nunca acaban, trabajos, dinero, la casa, estudios, otra gente… todos compiten por nuestra atención.

Casi todos nosotros estamos rodeados de otras personas, y, en muchos casos vivimos nuestra vidas con ellos y a través de ellos. Nuestros padres, hermanos, primos y otros familiares dan forma a nuestros primeros años. Los profesores y los primeros amigos dan forma a los siguientes.

Las relaciones matrimoniales y los hijos conforma nuestra vida adulta, además del trabajo y las relaciones sociales. Todas estas personas pueden ser una influencia en nuestras decisiones en la vida –para bien o para mal–. Pero ante Dios estaremos solos un día, por lo que debemos de aprender a estar solo con Dios también en esta vida.

Estar solo con Dios no siempre es fácil. Está el mal de la insinuación de quien susurra en los corazones de la gente para distraerlos, además de ser conscientes y darnos cuenta de nuestras propias faltas. Estas pueden ser experiencias duras pero no las podemos evitar si queremos ser sinceros con nosotros mismos.

Libre albedrío

Nunca estamos fuera de la presencias de Dios. la pregunta que nos debemos hacer entonces es: ¿estamos contentos de estar en Su presencia? Dios siempre está ahí pero ¿queremos nosotros reorientar nuestra brújula hacia Él? ¿Le queremos en nuestras vidas? ¿O es su presencia un incordio a todas las otras cosas que queremos hacer y que creemos que nos darán placer?

Dios ha prometido en su hadith:

“Quien se acerca a mí una cuarta, Yo me acercará a él un codo. Y quien se acerque hacia mí un codo, Yo lo haré una braza. Y quien venga hacia mí andando, Yo lo haré hacia el corriendo. Y quien se encuentre conmigo con tantas faltas como puede haber en la tierra, yo le alcanzaré con un perdón igual que ese; siempre que no me haya asociado nada en la adoración”.

De esta manera, cualquier pequeño movimiento hacia Dios le harán estar más cerca; incluso nuestras faltas no son una barrera para Él puesto que no ha prometido perdonarlas.

La única barrera en nuestra decisión. Pero no es una decisión que baste con tomar una vez en la vida. Hemos de seguir eligiendo a Dios; cada día que estamos vivos tenemos la oportunidad de decidir si hacemos a nuestro Creador una parte central de nuestra vida o no.

De esta forma, el hecho de que yo haya elegido el Islam y me haya hecho musulmana, no me parece algo tan notorio. Todos tenemos que tomar esta decisión, y yo continúo haciéndolo cada día.

Una vez hemos tomado esta decisión y nos hemos acercado a Dios a través de la adoración, entonces, como promete el hadiz: “Yo soy su oído a través del cual oye. Yo soy su vista a través del cual percibe. Y soy su lengua con la que habla, Y soy su mano con la que atrapa, Yo soy su pie con el que camina” (Al Bujari) porque nuestra vida entonces, está orientada hacia Él.


Fuente: www.onislam.net Traducido por Equipo Editorial

 

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