Por: Zaid Shakir
Si bien se ha escrito mucho sobre el habla humana y la distinción que otorga a nuestra especie, se ha prestado mucha menos atención a la capacidad humana de escuchar. Para los musulmanes, escuchar puede ser incluso más importante hablar, ya que es la capacidad de escuchar lo que sirve como el comienzo de la guía espiritual, que a su vez es un medio fundamental para alcanzar la razón de ser de la existencia humana, es decir, servir a Dios. Leemos en el Corán:
Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que Me adoren. (Los que levantan torbellinos, 51:56).
Para el creyente consciente, la función más importante de nuestra capacidad de escuchar es la de apoyar el viaje hacía Dios mientras estamos en este mundo. El éxito en este viaje se basa en la capacidad de una persona para nutrir su alma, o nafs, que los eruditos musulmanes entienden como la esencia de una persona, como la parte de la constitución humana que sirve como el lugar de las emociones, los apetitos y las pasiones, ya seas dignas de elogio o reproche, y esto el lo que da al cuerpo humano su individualidad. Al igual que el cuerpo físico, los nafs pueden cambiar; posee la capacidad de moverse más allá de su forma más básica, del alma lujuriosa o bestial (al-nafs al-shahwāniyyah/al-bahīmiyyah) hacie el reino de la perfección humana (al-nafs al-kāmilah).
Un claro ejemplo de la capacidad del alma para escuchar se encuentra en un incidente ocurrido después de la Batalla de Badr, un encuentro decisivo entre la incipiente comunidad musulmana y los idólatras de La Meca. Los compañeros escucharon al profeta Muhammad, que la paz sea con él, dirigiéndose a los idólatras muertos de los Qurayshī: “Oh Utbah b. Rabíah, oh Shaybah b. Rabiah, oh, tal y tal, ¿encontrásteis que la promesa de vuestro Señor es verdadera? Yo Encontré la promesa de mi Señor verdadera”. Al escuchar esto, Umar b. al-Khaţţāb dijo: “¡Oh Mensajero de Dios! Las personas a las que te diriges son cadáveres sin vida”. El Profeta, que la paz sea con él, mostrando que las almas de los físicamente muertos todavía pueden escuchar, respondió: “Juro por el que sostiene mi vida, que vosotros no escucháis lo que estoy diciendo mejor que ellos, sino que estos son incapaces de responder”. (Bujari y Muslim)
Existe un espacio cualitativo en nosotros mismo y el universo que sirve como fuente de alegría y maravilla para nosotros, permitiéndonos trascender los desafíos mundanos y vivir vidas que son mucho más que solitarias, pobres, desagradables, brutales y cortas: un destino que Hobbes temía para los humanos que existían en un ‘estado de naturaleza’, no controlado por una autoridad general de considerable fuerza. La verdadera religión, al colocarnos en un viaje hacia Dios mientras habitamos en este reino físico, nos pone en contacto con la Fuente de todas las fuerzas y nos eleva por encima del estado de naturaleza hobbesiano.
Aquí, la escucha del alma entra en juego. Al-Ĥārith al-Muĥāsibī, uno de los primeros musulmanes en analizar sistemáticamente el viaje del alma a su Señor, nos recuerda que este viaje comienza con una escucha atenta. Menciona al comienzo de su trabajo seminal al-Ri āyah li ĥuqūq Allāh (Cuidar cuidadosamente los derechos debidos a Dios),
Te llamo a que escuches atentamente para que puedas comprender a todo lo que Dios te está llamando. Da prioridad a lo que digo en respuesta a tu [consulta]. Tal vez Dios, Poderoso y Majestuoso, te permita beneficiarte de mi respuesta de tal forma que protejas los derechos que Él tiene sobre ti y transmitir adecuadamente [el conocimiento de] estos derechos a otros. Verdaderamente, Dios, Bendito y Exaltado sea, nos ha informado en Su Libro que quien escucha de una manera que Dios ama y le complace, encontrará un recuerdo, o, más bien, una advertencia, en lo que escucha. Dios, Bendito y Exaltado sea, dice:
Realmente en esto hay un recuerdo para el que tenga corazón o escuche estando presente. (Qaf, 50:37)
Fuente: Extracto del artículo “The Listening of Soul“, del mismo autor.