Por: Tariq Ramadan
En occidente escuchamos a intelectuales y académicos que piden un nuevo iytihad (razonamiento personal) o la formulación de fatwas innovadores sin integrar o incluso conectar esta demanda con los fundamentos más generales del Islam con respecto al Tawhid, el concepto del ser humano y la Shariah (con los principios universales que esta contiene). Este enfoque, que casi naturalmente trata de resolver los problemas de integración a los que se enfrentan los musulmanes a través de intentos de adaptación legal basados en las circunstancias, pronto podría tener serias limitaciones.
En primer lugar, porque se basa en una visión dualista de dos universos que no se mezclan y que hacen concesiones en sus límites, o en el área limitada donde se cruzan; asume que son los musulmanes, quienes están en minoría numérica, deben adaptarse por la fuerza de las circunstancias.
Este enfoque también lleva implícitamente la idea (incluso si el discurso dice todo lo contrario) de que los musulmanes deben considerarse a sí mismos como una minoría al margen de sus sociedades, que continuará siendo las sociedades del “otros” y en las cuales vivirán como extraños; y su pertenencia, en el mejor de los casos, se limitará a “actos” simbólicos: expresiones de solidaridad, votación, por ejemplo.
Y finalmente, y quizás lo más serio, la visión que subyace a este enfoque es claramente la preocupación de que los musulmanes deberían integrarse en su nuevo entorno, y no de que deberían contribuir a este.
Primeros pasos de integración
Es normal que, durante las primeras décadas de su nueva presencia en Occidente, los musulmanes buscaran principalmente protegerse; no tenían otra opción, y se trataba tanto de la supervivencia de su identidad religiosa como de la preservación de la riqueza de su cultura.
Así es como deben entenderse todos los pasos iniciales hacia la integración experimentada por todas las poblaciones inmigrantes. Para los musulmanes, el proceso pasó de la construcción de mezquitas al establecimiento de asociaciones islámicas a través de la elaboración de una forma de pensar, un discurso y, poco a poco, un marco de referencia legal en los diversos continentes y países.
Las diversas reuniones de ulama (eruditos religiosos) en Occidente (desde la década de 1980 en los Estados Unidos y comienzos de la década de 1990 en Europa), que trataron de abordar las nuevas cuestiones a las que se enfrentaban los musulmanes en las sociedades industrializadas, fueron parte de esta tendencia. La institucionalización de esta dinámica con el establecimiento del Consejo de Fiqh (Consejo de Ley Islámica y Jurisprudencia) en los Estados Unidos y el Consejo Europeo de Investigación y Fatwas, en 1997, hizo posible la formulación de una serie de opiniones legales en sintonía con las sociedades occidentales y disponibles para el público.
Luego se habló de un fiqh al-aqalliyyat (ley y jurisprudencia de las minorías), que permitía a los musulmanes de Occidente vivir su creencia y su religión de forma más armónica.
Estos logros fueron, sin lugar a dudas, fundamentales y particularmente necesarios; constituyeron una nueva e importante etapa en el establecimiento de los musulmanes en Occidente. Sin embargo, debemos ser conscientes de que esto fue solo una etapa y que deberíamos reconsiderar nuestra presencia en Occidente de manera más completa.
De hecho, nuestras propias fuentes acuden en nuestra ayuda y nos presionan para ir más allá de estos tres posiciones intermedias, que a largo plazo deben considerarse como contraproducentes: el enfoque dualista, el pensamiento minoritario y la integración considerada solo en términos de adaptación. Sin duda, las generaciones venideras estarán mejor equipadas para comprender y asumir estos desafíos, pero la necesidad de reformulación ya se siente.
Pensar en nuestra pertenencia al Islam en Occidente en términos de alteridad, adaptación a las limitaciones y compromisos autorizados (rukhas) no es suficiente y da la impresión de ajustes estructurales que hacen posible sobrevivir en una especie de frontera imaginaria, pero que en sí no proporcionan los medios para florecer, contribuir y participar plenamente en nuestras sociedades.
Reapropiación
Ya no hay un lugar de origen de donde los musulmanes se han “exiliados” o “distanciado” y los musulmanes “naturalizados”, “convertidos” – “Musulmanes occidentales” – están en su casa, y no solo deberían decirlo, sino sentirlo así.
También será necesario cambiar la forma en que vemos nuestras sociedades. Como hemos dicho, nuestras fuentes nos ayudan en esto si tan solo nos esforzaramos por reapropiarnos de la universalidad del mensaje del Islam, junto con su vasto horizonte.
Esta reapropiación debe ser de una profundidad que permita producir una verdadera “revolución intelectual” en el sentido pretendido por Kant cuando habló de la “revolución copernicana”. Mucho antes de las herramientas que nos permiten interactuar con el mundo, el Uno Único estableció una triple relación con los seres humanos: exigencia, confianza y humildad.
Si el uso de la razón es esencial para el retorno a uno mismo y la confirmación del aliento original, también tiene la clave para aplicar los libros revelados.
Integración con una creencia firme
Debemos interactuar con el mundo armados de nuestra creencia, las fuentes originales y un intelecto activo; en el curso del desarrollo intelectual de nuestro universo de referencia, hemos aprendido a distinguir metodologías, captar los ritos religiosos (dentro de los límites estrictos de su codificación basada en los textos) y observar el universo (con la metodología apropiada para los asuntos sociales) con seguridad y confianza.
De esta forma sabemos que todo lo que una sociedad o cultura produce y acepta que no está en oposición a una prohibición claramente estipulada, es integrado y se considera parte del universo islámico de referencia.
Fuente: Extracto del libro Musulmanes occidentales y el futuro del Islam, del mismo autor. Traducido y editado por Nuevos Musulmanes