Autor: Hasan Bize
Digamos para comenzar que Islam y salud son conceptos asociados en el idioma árabe, la lengua de la Revelación divina. De la raíz árabe s-l-m derivan términos como salâm (paz), salâmah (salud, bienestar, seguridad), salîm (sano, salvo, saludable, íntegro), además de islâm (sometimiento y entrega a Dios) y muslim (musulmán: quien se ha sometido a la Voluntad divina).
El Islam no es simplemente una religión en cuanto sistema de creencias, sino que es primordialmente una conducta, un modo de vida que se ocupa de todos los rincones del quehacer humano, y procura así conducirlo a la felicidad. Y es sabido que no hay verdadera salud sin felicidad. Para el Islam la salud es, primordialmente, un estado del alma, y por eso la peor enfermedad no es la enfermedad del cuerpo sino la enfermedad del corazón, y la peor muerte es la muerte del corazón, entendiendo por corazón al órgano central del alma, sede del intelecto y la intención. Por eso los estudiosos de la medicina en el Islam del pasado, puestos a clasificar la enfermedad, la dividen en dos tipos. Dice Ibn Qaiim Al-Yauziiah (m. en el 751 H.. siglo XIV d.C.), uno de los principales expositores clásicos de la Medicina Profética:
“La enfermedad es de dos clases: la enfermedad del corazón y la enfermedad del cuerpo, y ambas están mencionadas en el Corán. En cuanto a la enfermedad del corazón, se divide a su vez en dos tipos: la de la incertidumbre y la duda, y la de la concupiscencia y el error, y ambas están citadas en el Corán. Dice el Altísimo sobre la enfermedad de la incertidumbre: ‘Hay una enfermedad en sus corazones, y Dios les aumenta su enfermedad’, y dice también, exaltado sea: ‘Para que digan los impíos y quienes tienen una enfermedad en su corazón: ¿Qué quiere Dios con este ejemplo?’…” (Ibn Qaiim, Al-Tibb Al-Nabauí, Beirut, 1403 H. / 1982, pág. 5-6).
La tradición profética confirma también esto, pues dijo el Profeta: “Y sin duda hay en el cuerpo un órgano que si está sano, sanará todo el cuerpo, y si se corrompe, se corromperá todo el cuerpo: y éste es el corazón” (Tradición recogida por Muslim). Y aquí el Profeta no hace referencia solamente al órgano físico llamado corazón, sino al órgano espiritual, cuya enfermedad arrastra finalmente a la enfermedad del conjunto, pues el ser humano es una unidad, y vale por su ser metafísico antes que por su ser físico, pues éste está sometido a aquél.
La enfermedad es pues un desequilibrio en el estado dinámico de la salud, y dicho desequilibrio tiene su origen en una “trasgresión”, una falta ubicada, en principio, en el ámbito sutil. Dijo el Imam Al-Sadiq: “No hay ninguna enfermedad ni catástrofe, ni aún un dolor de cabeza, que no sea a causa de las faltas de los hombres”. Esta tradición y el dicho coránico que afirma: “Realmente Allah no perjudica en nada a los hombres, sino que son los hombres los injustos consigo mismos” (Sura de Yunus, 10:44), indican que la raíz de todo mal que le acontece al hombre se encuentra en sí mismo. Las “faltas” muestran en el hombre precisamente una carencia, un vacío, una falta de completitud, una deficiencia, todo lo cual marca un desequilibrio en su ser que, tarde o temprano, debe compensarse de alguna manera.
En cuanto a la enfermedad del alma, tiene muchos estados y grados, el peor de los cuales, como dijimos, es la muerte del corazón, entendiendo por tal la desaparición de todo bien y un estado irreversible. Para el Islam, entonces, la salud es un estado integral de armonía, bienestar y contentamiento que involucra primordialmente al espíritu y el alma, y no sólo el cuerpo. No es algo completamente psíquico, ni menos aún físico; y tampoco es algo medible y mensurable, es decir, algo que podamos determinar, por ejemplo, a través de los complejos sistemas de diagnóstico de la medicina actual.
Fuente: www.webislam.com