Allah, sea Honrado y Enaltecido, empieza Su libro, el Corán, con la expresión: “Al-hamdu lillahi rabbil-’alamin (La Alabanza a Allah, el Señor de los mundos)”. Es decir: Empieza Su revelación a los seres humanos y a los genios alabándose a Sí mismo y declarando Su señorío sobre todo lo existente, indicando con ello que nosotros, Sus siervos, Le alabemos con la alabanza con la que Él se alaba. El Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, dijo: “Yo no puedo abarcar el elogio a Ti, Tú eres como te has elogiado a Ti mismo”.
Este es un asunto esencial para comprender nuestro estar en el mundo y nuestra visión de él. Allah dice en el Corán que no ha creado a los hombres y a los genios sino para que Lo adoren, es decir: para que Lo reconozcan y sean agradecidos. Allah dice en el Corán: “La bendición que tengáis procede de Allah”. Y existen dos bendiciones básicas: La bendición de haber recibido la existencia y la de ser mantenido en ella, y esto sucede en cada instante, en cada respiración. Alabar a Allah implica reconocer que ambas bendiciones proceden de Él y sentirse agradecido por ello. El Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, dijo: “La alabanza es la cabeza del agradecimiento y no agradece a Allah un siervo que no Lo alaba”.
Todo lo deseable, todo lo digno de admiración, lo que nos hace felices, el bienestar, la dulzura de la vida, cuanto anhelamos y buscamos, lo extraordinario que uno reconoce en la creación, en la existencia, el milagro cotidiano, del que no somos siempre conscientes, la belleza de lo creado, la belleza que podemos concebir, la que reconocemos, la que nos turba, todo aquello por lo que nos sentimos agradecidos, procede de Allah, está junto a Allah, es creación de Allah y manifestación Suya.
Allah declara también en el Corán que lo único que no perdona es que se Le asocie con algo. Es decir, que se le atribuya poder o cualquiera de los atributos de la divinidad a otro que no sea Él. Debemos entender pues que lo que Allah quiere de nosotros es, esencialmente, reconocimiento. Por mucho que nos asombre, inquiete, preocupe, desasosiegue, confunda lo que sucede en el mundo y en nosotros mismos, a cualquier nivel, lo que se requiere es que reconozcamos en ello la manifestación de la voluntad de Allah y de Su poder.
Él nos dice de Sí mismo en el Corán que cada día está en un asunto o mandato, es decir: en relación con Su creación y Su decreto. También nos dice que un día junto a Él es como mil años de los que nosotros contamos. Lo cual significa que miremos como miremos es difícil que podamos comprender cuál es el plan de Allah. Lo que sí podemos es seguir la sunna de Su Mensajero, aquel que en sí mismo encarna el significado de la alabanza, el que es alabador y alabado, el que se complacía con la complacencia del Corán y se enojaba con su enojo. El cambio forma parte de la sunna de Allah en Su creación, pero en toda situación existe lo que Le complace a Allah y lo que Le enoja.
Nuestra posición no puede ser nunca la crítica amarga porque el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, dijo: “El que dice: La gente está acabada, es él el que está acabado”. Allah ha prometido que la tierra la heredarán Sus siervos creyentes y que Su Din prevalecerá por encima de los demás, y la forma en la que esto se manifieste puede sorprendernos. El hombre que alaba a Allah y Le agradece estará preparado para identificar y discernir dónde está el camino recto, lo que complace a Allah y lo que Lo enoja. El nombre del Profeta Muhammad, al que Allah le dé Su gracia y paz, procede de la raíz de la alabanza “hamd”, y significa ‘el abundantemente alabado’. Otro de sus nombres es “Ahmad”, que significa ‘el que más alaba’. Ambos mencionados en el Corán. Y también “Hamid”, ‘el que alaba’ y “Mahmud”, ‘el alabado’. El día del Levantamiento llevará el estandarte de la Alabanza y detentará en exclusiva la posición o estación digna de alabanza de la que forma parte esencial la intercesión. Esto hará que todos los beneficiados por ella, tanto los primeros como los últimos, lo alaben.
Transmitió Ibn ‘Abbás que cuando nació el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, ‘Abdul-Muttalib sacrificó un carnero para darle nombre y lo llamó Muhammad. Y le dijeron: “¡Oh Abul-Hariz! ¿Qué te ha impulsado a llamarlo Muhammad y no haberlo llamado con algún nombre de sus antepasados?” Y dijo: “He querido que lo alabaran los que hay en el cielo y que lo alabara la gente en la tierra”. La sunna no es otra cosa que expresión de la alabanza y el agradecimiento. Puesto que el Mensajero de Allah personifica la alabanza, todo lo que hizo o dijo es la manifestación de ella. Podemos decir que la manera más elevada de alabar y agradecer a Allah es seguir la sunna del alabado, Muhammad, al que Allah le dé Su gracia y paz.
Se ha transmitido de ‘Ali, que Allah ennoblezca su rostro, que dijo: Le pregunté al Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz, acerca de su sunna y dijo: “El reconocimiento (ma’rifa) es mi capital; el intelecto, la raíz de mi Din; el amor, mi fundamento; el anhelo, mi montura; el recuerdo de Allah, mi intimidad; la confianza, mi tesoro; la tristeza, mi compañero; el conocimiento, mi arma; la paciencia, mi capa; la complacencia, mi botín; la incapacidad, mi orgullo; el desapego (de este mundo), mi oficio; la certeza, mi fuerza; la sinceridad, mi intercesor; la obediencia, mi suficiencia; el yihad, mi carácter, y la frescura de mi ojo se ha puesto en la oración”.
La alabanza a Allah por la bendición del Islam y basta con ella como bendición.