Autor: Shaykh Abdalhaqq Bewley
Los eruditos del Islam han definido con detalle lo que implica la creencia en los Profetas y Mensajeros. Afirman que todos los profetas, desde Adam hasta Muhammad, que Allah los bendiga a todos y les conceda paz, eran verídicos y dignos de confianza, y transmitieron a la creación todo lo que se les había ordenado. Por necesidad poseían todas las perfecciones humanas, mientras que, en su caso, las imperfecciónes eran algo imposible. Les estaba permitido comer, beber, casarse, comerciar y sufrir enfermedades que no causases imperfección alguna.
Si reflexionamos sobre estas palabras y sobre las declaraciones de Allah sobre Sus Mensajeros en el Corán, llegamos a comprender que, mientras que los Profetas son, sin duda alguna, seres humanos –puesto que no sería concebible ni tampoco posible, que la guía para la humanidad viniese de otra manera- son, sin embargo, diferentes al resto de los seres humanos normales. Son seres muy especiales a parte del resto de la humanidad, a salvo de los errores a los que los demás somos tan proclives. Como el último de todos ellos, como ‘Sello de los Profetas’, como su culminación y apogeo, Muhammad, a quien Allah bendiga y conceda paz, ocupa un lugar especial como ‘el mejor de la creación’. El gran poeta de los compañeros, Hassan ibn Zabit, expresabe esta cuestión de manera hermosa y sucinta en los versos de un poema que escribió en honor del Profeta:
Muhammad es un ser humano
que no es como los demás
Él es un diamante sin tacha
Y los otros no son más que meras piedras
Es muy importante darse cuenta de lo que esto significa para que nuestra creencia en los Mensajeros no sea defectuosa y, al no comprender al verdadera naturaleza del fenómeno profético, se vea amenazado nuestro Din. Es evidente que lo que causó el extravío de los seguidores de las dos revelaciones anteriores, los judíos y los cristianos, fue su error a la hora de comprender la verdadera naturaleza da la profecía.
Los judío menospreciaron e infravaloraron a sus Profetas y Mensajeros. Cometieron el erroe de rebajar su valía y considerarlos iguales a ellos al decir: “Son seres humanos lo mismo que nosotros”. Lo hicieron con sus Profetas, con ‘Isa y con el último Mensajero, que vivió en Medina, a quien Allah bendiga y conceda paz. Esto les condujo al peor destino posible: el de rechazar, y a veces incluso matar, a los que Allah había enviado para guiarlos. En el Corán vemos que dice:
“Escribiremos lo que dijeron y que mataron a los profetas sin razón, y diremos: ¡Gustad el castigo del fuego!” (Sura de la familia de Imran, 3:181)
Los cristiano hicieron justo lo contrario. Elevaron a su Mensajero por encima del ámbito de la existencia humana haciendo imposible seguirlo. Entre ellos y el hombre que había sido enviado para guiarlos, pusieron un abismo imposible de salvar. Al sobrevalorar a su Mensajero, los Cristianos negaron aquello con lo que había sido enviado. Al hablar de ellos en el Corán, Allah dice:
“Realmente han caído en la incredulidad quienes dicen: Allah es el Ungido, hijo de Maryam. Cuando fue el Ungido quien dijo a los hijos de Israel: ¡Adorad a Allah! Mi Señor y el vuestro. Quien asocie algo con Allah, Allah le vedará el Jardín y su refugio será el Fuego. No hay quien auxilie a los injustos” (Sura de la Mesa Servida, 5:72).
Estas aleyas indican con toda claridad que, equivocarse a la hora de valorar la naturaleza de la profecía, tendrá terribles consecuencias en la Otra Vida que también se manifestarán es ente mundo.
No comprender la naturaleza del Mensajero hace que sea imposible poner en práctica el mensaje que ha traído. Los judíos convirtieron su religión en un rígido compendio de reglas y controles sin apenas compasión. Crearon una estructura nihilista que carecía de espiritualidad verdadera cuyo resultado inevitable es la injusticia y la destrucción. El cristianismo, por el contrario, se convirtió en una especia de misticismo confuso y personal, desconectado de la vida cotidiana y que lleva al caos moral, la injusticia económica, la depravación social y el gobierno secular.
Es evidente que, a pesar de esta falta de comprensión de la naturaleza de la profecía que demuestra su expresión más explícita en el caso de los judíos y los cristianos, hay también muchos musulmanes que se inclinan hacia una u otra de estas posturas. Esta es la razón de que Allah revelara el Fatihah que se recita en todas las oraciones del día y que se pide que no nos desviemos como hicieron estas dos comunidades: “… no el (camino) de los que son motivo de (Tu) ira, ni el de los extraviados” (La sura que abre (el Libro), 1:7)
Estas dos tendencias, la de sobrevalorar o menospreciar el rango del mensajero, existen entre los musulmanes de hoy en día; y estas personas no solo adoptan estas posturas erróneas, sino que al mismo tiempo proclaman con vehemencia que son los únicos que tiene una comprensión correcta de la naturaleza de la profecía.
No debe extrañarnos que, con las posturas de este tipo de gente, los musulmanes estén tan lejos de ver el Din del Profeta, a quien Allah bendiga y conceda paz, y de sus Compañeros, que Allah esté complacido con ellos, implementand de nuevo este mundo. El gran erudito y juez musulmán, el Qadi ‘Iyad al-Yahsubi (1083 – 1149 d.C.), que era consciente de cómo se habían corrompido los Dins anteriores y veía que los mismo estaba ocurriendo con los musulmanes, ash-Shifa, (publicado en inglés con el título, Muhammad, Mensajero de Allah), para proporcionar una visión correcta, tradicional y equilibrada de la naturaleza de su Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz, es un texto de lectura obligada para los que quieren ampliar su entendimiento de los que significa creer en los Profetas y los Mensajeros de Allah.
Extracto del libro: Islam, creencias y prácticas básicas