Autor: Shaij Abdalhaqq Bewley
Cuando contemplamos la creación, es fácil ver que cada criatura, cada átomo interviene de forma definitiva en el proceso creativo. La dependencia mutua entre las partículas, las células, los organismos y los sistemas, es un hecho admitido en nuestros días en todos los campos de la investigación científica. Esto significa que la forma de una cosa no está limitada por su contorno físico sino que va más allá y se extiende por el entorno que le rodea. Por ejemplo, un planeta es algo más que una masa que flota en el espacio. Produce y afecta al mismo tiempo al complejo conjunto de fuerzas que actúan sobre los demás cuerpos de ese mismo planeta. Esto mismo se aplica a todo lo que existe, sin que importe el tamaño ni la naturaleza.
Tomemos el gato como ejemplo, Puedes fijarte en el aspecto físico de un gato y decir: “Esto es un gato”. Pero si lo piensas un instante, descubrirás que su ‘gatunidad’ va más allá del cuerpo animal que estás considerando. Parte tan definitoria de un gato como su cola y sus bigotes lo es también su forma peculiar de limpiarse y acicalarse, sus meticulosos hábitos alimenticios, la forma de ocultar sus excreciones, la manera característica en que se mueve, se siente y se tumba para descansar, el ronrroneo que expresa satisfacción, la manera en la que arquea el lomo y pone los pelos de punta cuando se ve amenazado, su absoluta inmovilidad cuando acecha a su presa, la manera en la que juega con esta. Este conjunto de características son tan esenciales como el aspecto físico. Si no se dan es que el gato tiene algún defecto. Si seguimos reflexionando sobre la forma del gato, es evidente también que tiene un papel a la hora de mantener el equilibrio natural cuando caza ratones y otras pequeñas criaturas contribuyendo de esta manera a mantener la armonía del todo el universo.
Cualquier otra criatura podría servir de ejemplo. Lo fundamental es que toda tiene una forma natural que se extiende más allá de sus contornos físicos para llegar a la zona del comportamiento. Y toda criatura tiene también una función definida en el proceso de la existencia, actuando de manera única e indispensable a la hora de mantener el equilibrio y la armonía en su propio ámbito y, por extensión, en todo el universo. Y como esto se aplica a todo lo que existe, debe ser válido también para los seres humanos. Nosotros tenemos una forma particular de comportamiento que tiene una función especifica en el proceso de la creación. ¿Cómo es posible que todo lo que existe parece conocer intrínsecamente su forma y su función excepto los seres humanos que parecen estar sumidos en la confusión? Es como si hubiéramos traspasado los límites de nuestra propia forma, perdiendo el contacto con la misma y quedándonos sin saber cuál es nuestra función. De no ser este el caso, en el ámbito de la existencia humana habría el mismo equilibrio ecológico que en el resto de las esferas de la existencia, pero es evidente que este no es el caso. ¿Cuál es nuestro patrón natural? ¿Cuál es nuestro papel? ¿Cómo podemos averiguarlos?
Fuente: Tomado del libro “Islam: Creencias y prácticas básicas”.
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