Autor: Redacción NM
Dios es el centro espiritual del ser humano. Aquel cuyo corazón está apegado a Dios tiene experiencias espirituales todo el tiempo. La creencia en Dios se convierte en un fuente de desarrollo espiritual para la persona. Lleno del amor a Dios no necesita nada más. Dios es para la persona un vasto océano en el que nada sin experimentar limitación alguna. Bajo la forma de un despertar espiritual recibe tanto bien que no necesita nada más.
Para la persona que descubre a Dios, el universo entero se convierte en un libro de Dios abierto. Cada hoja de un árbol se convierte en un página del libro divino. Cuando ve el sol, siente que Dios está encendiendo una antorcha celestial para que puede leer Su libro claramente. Es como si el universo se convirtiese en una universidad donde la persona es un estudiante.
Esto no quiere decir que ignore los procesos científicos por los que se rige el universo, sino que observa que la razón última de todo, la causa de que todo suceda y la creación de este mundo es por la voluntad de Dios.
Hallar a Dios es hallar el centro de nuestro amor. El ser humano desde su nacimiento busca un ser supremo por encima de él que esté libre de toda limitación y que se convierta en el epicentro de sus sentimientos; después de este encuentro, de este realización existencial, el ser humano se siente tan satisfecho y seguro como un niño en brazos de su madre.
Descubrir a Dios salva a la persona de considerar otra cosa como Dios por error y además pensar erradamente que ese algo más será la respuesta a su urgencia innata de encontrar respuesta a sus preguntas más trascendentales, de su urgencia por la divinidad.
Quien no consigue encontrar a Dios queda obligado por su innata necesidad de responder a estas preguntas a darle el sitio de Dios en su existencia a algo que no es Él. Esta lugar a veces se da a ciertas personas, a veces a un animal, o a un fenómeno natural, a un poder material, a un concepto supuesto o a veces el ser humanos se lo otorga a si mismo.
Incluso si alguien fracasa en su búsqueda de Dios o se convierte en alguien que reniega de Él, no puede reprimir su urgencia natural de encontrar a Dios. Por esto mismo es que lo hombre y mujeres que no han encontrado a Dios inevitablemente acaban adoptando algo más fuera de Dios como si fuese un dios. En este supuesto no están sino aferrándose a una ilusión que nada tiene que ver con la realidad de Dios.
Por naturaleza no puede el hombre evitar adoptar una divinidad aunque sea otra fuera de Dios. Cuando el ser humano adopta a Dios como divinidad se eleva en rango; por el contrario adoptar algo que no es Dios como divinidad hace que la persona de quede anclada en su realidad ilusoria. La aceptación de Dios es el único modo de vida para el ser humano y para el universo, y para que este tenga éxito.