Por: Equipo de redacción
Cuando el Profeta, que la paz sea con él, y los musulmanes de Meca, emigraron a Medina, y el Profeta construyó la primera mezquita, los musulmanes solían ir a la mezquita y esperar a que el Profeta anunciase las horas del salah (oración) para hacerla en congregación.
En Meca el número de musulmanes era mucho menor, por lo que no hacía falta ningún tipo de llamada para hacer la oración en congregación –yama’h-. Pero a partir del segundo año de la Hiyra, el número de musulmanes era mucho mayor. La gente solía anunciar en voz alta que había llegado la hora de la oración en congragación diciendo: “Ha llegado al hora de la oración en yama’h”. Aquello que oían esto iban a la mezquita a hacer la oración; pero la gente se dio cuenta de la necesidad de informar de una manera más eficaz.
Dado que no había ninguna forma establecida para ello, era difícil para los musulmanes saber cuándo debían parar lo que estaban haciendo y dirigirse a la mezquita.
Algunos musulmanes que vivían un poco alejados de la mezquita, como gente que trabajaba el campo, lo encontraban incluso más difícil.
En una ocasión el Profeta preguntó a los musulmanes cuál sería una buena forma para avisar a todo el mundo que había llegado la hora de la oración.
Algunos sugirieron usar un cuerno, como hacían los judíos. Otros sugirieron usar una campana, como hacían los cristianos. Pero el Profeta, que la paz sea con él, no estaba del todo de acuerdo con estas ideas. Otros propusieron encender un fuego en una montaña cada vez que llegase la hora de la oración, pero esto tampoco gustó al Profeta. Por último algunos sugirieron izar una bandera cuando fuese la hora y que los que la viesen avisasen a los que no. Pero, al igual que las anteriores, esto tampoco gustó al Profeta.
Después de un tiempo el Profeta decidió que quizás de todas esas la campana podía ser la mejor idea, aunque esto no terminaba de convencerle. A la mañana siguiente todavía no se había adquirido una campana para llamar a la oración, podía ser que todavía estuviese buscando una mejor solución.
Mientras el Profeta estaba sentado con sus compañeros en la mezquita uno de sus compañeros –sahaba-, cuyo nombre era Abdullah ibn Zaid, entró en la mezquita.
Este saludó con un “Assalmu ‘alaykum” al Profeta y sus compañeros, mostrando estar feliz. Y estos respondieron al saludo: “Wa ‘alaykum salam”.
-Pareces estar muy contento esta mañana, Abdullah ibn Zaid, dijo uno de los compañeros. Permítenos compartir esa felicdad.
-Anoche tuve un hermoso sueño, dijo este. Nunca en mi vida había tenido un sueño tan hermoso como este.
Los compañeros estaban intrigados por saber qué era lo que podía haber soñado Abdullah, que era lo más hermosos que había soñado nunca.
-Cuéntanos sobre tu sueño, pidieron estos.
-Ví a un hombre vestido de verde en mi sueño, comenzó Abdullah, que llevaba una campana. Le pregunté que si me vendería la campana y el me respondió que para qué necesitaba la campana. Yo le dije que necesitábamos una campana para llamar a la gente a la oración.
-No necesitáis una campana, me dijo, te enseñaré algo mejor que eso. ¡Por favor hazlo! Dije yo, y que Allah te bendiga.. Y él dijo: “Habéis de decir en voz alta lo siguiente:
Allahu Akbar, Allahu Akbar
Allahu Akbar, Allahu Akbar
Ash-hadu allaa illaha ilAllah
Ash-hadu allaa illaha ilAllah
Ash-hadu anna Muhammadar Rasul-Allah
Ash-hadu anna Muhammadar Rasul-Allah
Hayya ‘alas salaah, hayya ‘alas salaah
Hayya ‘alas salaah, hayya ‘alas salaah
Hayya ‘alal falaah, hayya ‘alal falaah
Hayya ‘alal falaah, hayya ‘alal falaah
Allahu Akbar, Allahu Akbar
Allahu Akbar, Allahu Akbar
La illaha il-Allah
El Profeta, que la paz sea con él, y los compañeros se alegraron mucho del sueño de Abdullah ibn Zaid. Era, desde luego, un sueño hermoso.
Entonces el Profeta llamó a Bilal ibn Rabah, quien tenía una fuerte y hermosa voz, y le enseñó las palabra del Adhan.
Cuando Bilal había aprendido estas palabras el Profeta le pidió que subiese a una muralla alta cercana a la mezquita y que llamase con ellas a la gente a la oración.
La voz de Bilal se escuchó por toda la ciudad de Medina y la gente acudió presta y veloz a la oración. Umar ibn Al Jattab se encontraba entre ellos y cuando llegó dijo: “Oh Mensajero de Allah, un ángel me enseñó las mismas palabras anoche en un sueño”.
Desde ese día, Bilal de convirtió en el primer mu’addin del Islam y desde entonces los musulmanes de todo el mundo llaman a la oración de esta manera cinco veces al día.