Autor: Nevzat Savas
Habían pasado muchos años tras la muerte de Adán. Antes del nacimiento de Noé (Nuh) vivieron cinco persona rectas y honradas en el mundo: Wudd, Suwa’a: Wudd, Suwa’a, Yaghuz, Ya’uq y Nasr. Cuando ellos murieron la gente construyó sus estatuas para recordarles.
Las generaciones se siguieron las unas a las otras. Murieron los progenitores, siguiéndoles sus descendientes. Pero estos se olvidaron porqué sus padres habías construido las estatuas. Iblis, el Shaytan, aprovechó esta oportunidad y les engañó. Logró convencerles de que estás figuras eran unos dioses. La gente empezó a adorar estos falsos ídolos.
Cuando se inició esta idolatría todo lo que había en el mundo empalideció. Toda la belleza se extinguió y la creación perdió su verdadero significado. La maldad empezó a gobernar el mundo; La vida se convirtió en un verdadero infierno insoportable.
Tras el olvido de Dios y el comienzo de la adoración de las estatuas, la situación solo podía ser esta. Los falsos dioses podían ser una escultura de roca, un vellocino de oro o incluso un hombre de carne y hueso. Dios envió a Noé e la humanidad en este contexto para que les recordara el mensaje de Dios y les guiara por el camino recto.
Noé no era un rey ni un soldad de alta graduación, ni tampoco una persona adinerada de su sociedad, sino el más honrado de su tiempo, ya que la grandeza no se mide por la situación económica ni el estrato social. La verdadera grandeza es la tranquilidad espiritual, tener la conciencia limpia y los hermosos pensamientos sublimes que adornan el espíritu humano.
Noé tenía una cualidad más que le hacía ser un gran hombre: siempre veneraba a Dios… Al acostarse y al despertarse, al comer y al beber, al vestirse, al entrar en casa y al salir… Siempre recordaba los beneficios eternos de Dios y le daba gracias por ellos. Para apreciar dicha cualidad. Para apreciar dicha cualidad Dios hablaría de Noé a su último Mensajero, Muhammad, que Dios le bendiga y le salve, en el Corán del siguiente modo: “Él fue un auténtico siervo agradecido a Dios”.
Dios eligió a Noé, que era un siervo agradecido. Noé, en cuanto pudo hablar con los suyos les dirigió estas palabras: “Obedeced y venerad a Dios que es el Único. No hay otro Señor más que Dios. Si no abandonáis a vuestros Dioses me temo que os alcanzará un castigo doloroso”.
Noé advirtió a su pueblo día y noche acerca de que Dios era el Único Creador. Dijo que ya era hora de librarse de las malas artes de Iblis. Les contó la importancia con la cual Dios dotó a los humanos y les había otorgados beneficios eternos y les sugirió usar la razón en el camino recto… Les hizo recordar que la idolatría era análoga a encarcelar y ahogar la razón.
La gente le escuchó en silencio. Noé influyo en gran medida con estas palabras en su forma de ver el mundo.
Imaginad a un hombre durmiendo junto a una pared que está a punto de derrumbarse y alguien que pasaba por allí corre para salvarle de la catástrofe que va a ocurrir en unos minutos, le sacude por el hombre, entonces se despierta de repente asustado pero no ve l pared que se va a derribar hacia él y se enoja con el hombre que quiere salvarle. Este hombre de buena voluntad es Noé y el que no se percata de que está siendo salvado es su pueblo.
Fuente: Libro: ‘Los Profetas; Estrellas que iluminan el horizonte humano’.