Por: Equipo Editorial
Siendo Allah el creador del ser humano sabe mejor lo que podría dañar las relaciones sociales como resultado de las debilidades en la naturaleza humana:
Los creyentes son, en realidad, hermanos; reconciliad pues a vuestros hermanos y temed a Allah para que se os pueda dar misericordia.
¡Vosotros que creéis! Que no se burlen unos hombres de otros porque pudiera ser que estos fueran mejores que ellos. Ni unas mujeres de otras, porque pudiera ser que estas fueran mejores que ellas. Y no os difaméis unos a otros ni os insultéis con apodos. Malo es dar un nombre de perversión después de ser creyente. Y quien no se vuelva en arrepentimiento… Esos son los injustos.
¡Vosotros que creéis! Abandonad muchas de las suposiciones. Es cierto que algunas de ellas son delito. Y no os espiéis unos a otros ni habléis mal de otros cuando no estén presentes. ¿Acaso le gustaría a uno de vosotros comer la carne de su hermano muerto? Os resultaría horrible. Y temed a Allah pues realmente Allah acepta a quien se vuelve a Él y es Compasivo.
¡Hombres! Os hemos creado a partir de un varón y de una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus distintos para que os reconocierais unos a otros. Y en verdad que el más noble de vosotros ante Allah es el que más Le teme. Allah es Conocedor y está perfectamente informado. (Al-Hujurat 49:10-13)
El pasaje que les mostramos hace hincapié en identificar y corregir estos defectos de los humanos. Se hace mención a la tendencia común de reírse de otros, ya que tanto los hombres como las mujeres por igual tienden a hacerlo.
El Corán pide a hombres y mujeres, por separado, que se alejen de reírse de los demás, ya que la mujer o el hombre al que ridiculizan puede ser mucho mejor que los que lo ridiculizan. Aunque se pide a los hombres que no ridiculicen a otros hombres y a las mujeres que no ridiculicen a otras mujeres, hay que tener claro que esto no quiere decir que las mujeres se puedan reír de los hombres y viceversa.
Uno se puede reír de los demás de muchas formas: imitando la voz de alguien, riéndose de sus palabras o de su apariencia, o haciendo gestos de manera que se resalten las debilidades del otro. El trasfondo de actos de tal calibre es expresar una superioridad inexistente menguando la reputación de los demás.
Ya que burlarse de los demás puede ser un ataque a su honor y reputación, la víctima podría incluso recurrir a la venganza, provocando así una serie de tensiones que dañarían las relaciones sociales de una comunidad. Es por esto que en Islam se avisa de cortar de raíz este defecto de los humanos.
Otro de los malos hábitos que imposibilita el amor mutuo y la comprensión es la tendencia a criticar y culpar a los demás por errores, ya sean reales o imaginarios. No es necesario añadir que los comentarios malvados hacia otros son siempre contraproducentes. El juego de la culpa es interminable, y saca lo peor de cada uno.
Actitudes como estas están muy lejos de promover el buen comportamiento del musulmán, y también provocan fisuras en las relaciones sociales de una comunidad. El Corán advierte del acto de calumniar en los siguientes ayat:
¡Perdición para todo el que murmura y difama!
Ese que acumula riqueza y la cuenta.
Cree que su riqueza lo va a hacer inmortal.
¡Pero no! Será arrojado en al-Hutama.
¿Y cómo podrás saber qué es al-Hutama?
Es el Fuego de Allah encendido. (Al-Humazah 104: 1-6)
Usar apodos ofensivos es una variación de la calumnia, y el Corán hace hincapié en la prohibición de esto también, ya que utilizar apodos puede herir los sentimientos de la persona, además de crear un resentimiento en ella hacia la persona que le ha puesto el apodo. En cualquier caso al igual que ocurría con reírse o difamar de los demás, el uso de apodos ofensivos también es una manera de dañar las relaciones sociales.
El Corán da tanta importancia a promover y mantener un ambiente en harmonía que menciona, uno a uno, las actitudes de las que se tiene que alejar el ser humano.
Para poner freno a estas conductas el Corán da un paso más y pide al ser humano que tome conciencia de que Allah es el que todo lo oye y el que todo lo ve. Además de advertir de las terribles consecuencias que tendrán en la Próxima Vida.
La nota de advertencia es clara y concisa. No es de extrañar que uno se encuentre con relatos de los Compañeros del Profeta que rechazaban completamente tal comportamiento. Abdullah Ibn Mas’ud exclamó: “Temo reírme incluso de un perro, vaya ser que me convierta en uno”. (Al-Qurtubi)
En el ayat 12 de la Surat Al-Hujurat, se hace más extenso cómo debe ser el comportamiento del musulmán:
¡Vosotros que creéis! Abandonad muchas de las suposiciones. Es cierto que algunas de ellas son delito. Y no os espiéis unos a otros ni habléis mal de otros cuando no estén presentes. ¿Acaso le gustaría a uno de vosotros comer la carne de su hermano muerto? Os resultaría horrible. Y temed a Allah pues realmente Allah acepta a quien se vuelve a Él y es Compasivo. (Al-Hujurat 49:12)
En este ayat se resaltan esas debilidades del ser humano que se introducen en una comunidad y pueden llegar a ser su patrón de comportamiento. Una vez más, el objetivo es promover el buen comportamiento entre los miembros de la comunidad, así como con aquellos que no son parte de la comunidad musulmana.
La orden de Allah comienza eliminando de raíz cualquier causa que pueda provocar disputas o conflictos, como es el caso de realizar suposiciones acerca de los otros o hablar mal de ellos. Si uno no abandona actitudes como estas, pueden hacer que nuestra vida se vuelva miserable, rompiendo vínculos y relaciones sociales.
El Corán nos habla de las suposiciones como “delito”, y algo relacionado estrechamente con esto, es espiar a los demás, con el fin de conocer sus secretos. En esta categoría incluiríamos también leer las cartas de alguien, entrar en casa ajena sin ser invitado, o querer saber los asuntos económicos, privados y familiares de personas que no nos conciernen.
Islam no solo proclama guardar el honor de la vida del ser humano, sino que también anima a todo miembro de la comunidad a ser activos en su protección. En consecuencia, se prohíbe cualquier interés en la vida privada de los otros, si el fin es el de difamar.
La norma en el Islam de no meterse innecesariamente en la vida personal de alguien, se encuentra ilustrada en este incidente que ocurrió en los primeros tiempos del Islam, y en el que se encontró envuelto una persona de tan elevada importancia como fue el Califa Umar.
Un día en una de sus rondas nocturnas el Califa Umar pasó por una casa de la que salía música. Saltó el muro y encontró dentro a un hombre que se encontraba en estado de embriaguez y en compañía de una mujer que tocaba música. Enfurecido, Umar le pidió al hombre que le explicara su conducta.
El hombre le respondió: “Oh Califa, si yo he cometido una mala acción, tú eres culpable de tres. Allah nos ha prohibido que espiemos a alguien. Y tú lo has hecho. Nos ha ordenado que no entremos en una casa hasta que tengamos permiso. Y tú lo has transgredido. Y además, has invadido mi privacidad”.
Umar se dio cuenta que en su afán por detener algo erróneo no había seguido las normas de comportamiento descritas en el Corán. Por lo tanto, no presentó cargos contra el hombre.