Liberación de la Ilusión: el significado del Ramadán

Por: Tariq Ramadán

El mes de ayuno es una escuela para la creencia, espiritualidad, conciencia, generosidad, solidaridad, justicia, dignidad y unidad. Nada menos. Es el mes en que la introspección entre los musulmanes debe ser más profunda; el mes de su mayor contribución a la humanidad.

El mes del Ramadán es el ayuno más extendido del mundo y sin embargo sus enseñanzas son minimizadas, descuidadas e incluso traicionadas (a través de la aplicación literal de costumbres que pasan por alto su objetivo final).

Por lo tanto, no es de extrañar entonces que debamos volver a revisar tema; y al igual que el mes de ayuno vuelve cada año, también nosotros debemos repetir, ensayar y profundizar aún más nuestra comprensión de lo que Ramadán nos enseña, de esta escuela de cercanía divina, de humanidad y dignidad.

El ayuno es la búsqueda individual de lo divino, nos llama a que miremos más allá de nosotros mismos. El Ramadán es, en su esencia, un mes de espiritualidad humanista.

Durante los días de ayuno, estamos llamados a abstenerse de comer, beber y responder a nuestros instintos, para ayudarnos a volvernos hacia adentro, a nuestro corazón y el significado de nuestras vidas. Ayudar significa experimentar la sinceridad, observar nuestras deficiencias, contradicciones y fracasos – ya no para intentar esconderse o mentir sino para centrar nuestros esfuerzos en la búsqueda de nosotros mismos y el significado y las prioridades de nuestras vidas.

Más allá de la comida, el ayuno nos obliga a examinarnos a nosotros mismos, a reconocer humildemente nuestros límites y a reformarnos ambiciosamente. Es un mes de renovación, de resumir críticamente nuestra vidas, nuestras necesidades, nuestro olvido y nuestras esperanzas. Debemos buscar tiempo para nosotros mismos, para preocuparnos de nosotros mismos, meditar, contemplar, simplemente para reflexionar y amar.

Visto desde este punto de vista, el mes del Ramadán es la mejor expresión posible del anti-consumismo: ser y no tener, liberarnos de las dependencias que nuestras sociedades basadas en el consumo no sólo estimulan sino magnifican.

Al llamarnos a dominar nuestros instintos, el ayuno pone en tela de juicio la noción moderna de libertad. ¿Qué significa ser libre? ¿Cómo podemos encontrar nuestro camino hacia una libertad más profunda e ir más allá de lo que anhelamos? El verdadero ayuno es contradictorio a las apariencias.

La tradición del ayuno fue prescrita, dice el Corán, para todas las tradiciones religiosas antes del Islam. Es una práctica que compartimos con todas las espiritualidades y religiones y, como tal, lleva la marca de la familia humana, la fraternidad humana. Ayunar es participar en la historia de estas religiones, una historia que posee un significado que tiene sus propias demandas sobre nosotros y que está configurado por destinos y por metas finales.

El Islam lo coloca en el significado del tawhid, la conocida y reconocida “Unidad de Dios” que se abre a la diversidad humana en virtud de cómo se experimenta y vive. Lo mismo ocurre entre los musulmanes. El tiempo y el ritmo de los que ayunan son similares; las culturas de la ruptura de ayuno, las comidas y las noche son diversas.

En otras palabras, hay unidad en el significado, diversidad en la práctica. El mes de Ramadán lleva consigo esta enseñanza fundamental y recuerda a los musulmanes, ya sean sunnitas o chiíes, independientemente de la escuela que sigan, que comparten la misma religión y que deben aprender a conocer y respetarse unos a otros.

El mes venidero es de dignidad, pues la “Revelación” nos recuerda que un ser humano es una criatura de nobleza y dignidad: “Es cierto que hemos honrado a los hijos de Adam” (17:70). Sólo para ellos, en plena conciencia, se prescribe el ayuno; sólo ellos son llamados a elevarse a esta noble meta.

Los seres humanos deben emprender el ayuno en un espíritu de búsqueda de la proximidad a lo único – en un espíritu de igualdad y nobleza entre sus compañeros, mujeres y hombres por igual, y en solidaridad con los oprimidos. El núcleo de la vida así redescubierta es éste: volver a nuestros corazones, transformarnos a la luz de lo esencial y celebrar la vida solidaria; a experimentar la privación como se desee; a rechazar la pobreza impuesta y degradante.

Nuestra tarea es de dominio propio; debemos elevarnos, romper nuestros lazos, volvernos libres e independientes, por encima de las necesidades superficiales, y preocuparnos de las necesidades reales de los pobres y los necesitados.

El mes de Ramadán es, pues, un lugar de exilio de la ilusión y la moda y una peregrinación profunda hacia uno mismo, hacia el significado, hacia los otros. Estar libres de nosotros mismos y al mismo tiempo servir a todos los que están aprisionados por la pobreza, la injusticia o la ignorancia.

Los musulmanes pasan treinta días en compañía de este mes de luz. Que grande sería si pudieran abrir aún más sus ojos, sus corazones y su ser para recibir esta luz luz y ofrecerla, en forma del más grande don de su tradición espiritual, a sus hermanos y hermanas.

Los musulmanes están llamados al autocontrol y a la generosidad, a la meditación y a llorar, a la oración y al amor. Ciertamente ayunar es oración; y la oración es amor.


Fuente: http://www.abc.net.au Traducido y editado por Nuevos Musulmanes

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