Autor: Tahia al-Isma’il, Shaykh Abdalhaqq Bewley, Hayy Idris Mears
Con el clima más benigno de Medina, disfrutando de la libertad y sin el secretismo producido por el miedo, el Mensajero enseñó a los musulmanes los significados morales y espirituales de los preceptos e historias contenidas en el Corán. Les enseñó también cómo comportarse y lo que se esperaba de ellos como esclavos de Allah. Los musulmanes amaban el Corán y lo atesoraban como un bien precioso. Cada vez que descendía un verso lo estudiaban y lo aprendían de memoria. Los versos se escribían en pergaminos, huesos o trozos de madera. Pronto se dieron cuenta de que no bastaba con amar el Corán, sino que era un código que tenía que aplicar a sus propias vidas, así que lo estudiaban sabiendo que iba a ser la ley que regiría su existencia.
Abu Masud cuenta que “Cada vez que uno de nosotros aprendía diez versos del Corán, se ponía a practicar lo aprendido antes de aprender los diez siguientes”.
El Corán enseña que la piedad no consiste solo en inclinarse y postrarse en la oración en dirección hacia la Meca; se trata de algo más. Consiste en la caridad practicada en todos sus aspectos, en dar dinero, en ser cortés con los demás, en liberar a los esclavos. Significa cumplir con las promesas, ser paciente en la enfermedad y la adversidad, y mantenerse firma y fuerte en los momentos en los que somos sometido a todo tipo de pruebas.
El musulmán forma parte de una comunidad y su comportamiento diario en el seno de la misma es su mejor manera de servir a Allah. El Musulmán tiene que aprender a vivir con la gente, puesto que al servir a sus compañeros es como mejor se sirve a Allah. Las pruebas aparecen en este dar y tomar que está presente en las relaciones de la vida cotidiana. Debe aprender a decir la verdad sin herir los sentimientos de los demás, a ser bondadoso sin caer en la debilidad o el exceso de sumisión, a ser desprendido y caritativo sin caer en la prodigalidad, a ser culto y destacar en lo suyo sin fanfarronear por ello, y a estar preparado a recibir más que los demás sin caer en el orgullo.
Fuente: Libro ‘La vida del Profete Muhammad’