Por: Equipo Editorial
Nos ha pasado a todos y todas. Nos encontramos a alguien al que conocíamos por ser un musulmán con su Din bien establecido, y lo vemos haciendo cosas que parecen ser poco apropiadas, o incluso impactantes. Comparte fotos en las redes sociales de sitios en los cuales no debería de entrar, o bien comienza una relación que sale de lo que es aceptable según las reglas establecido dentro del Din del Islam. Alguien que solía asistir a Yumuah y venir muy a menudo a la Mezquita para la oración ya no la frecuenta tanto, y pronto no vendrá más. Parece que esta persona se ha separado totalmente de la comunidad, que ahora va por otro camino, en el cual no hay lugar para una práctica decente del Islam. En las últimas conversaciones que tuviste con él, lo que expresaba no sonaba correcto, y estaba muy lejos de lo que solían ser sus opiniones habituales. Se está alejando de las enseñanzas del Din del Islam, y esto te deja preocupado.
“¿Qué ha pasado?” te preguntaras. Tendrás pensamientos como; “era tan diferente hasta hace poco”, “practicaba perfectamente su Din”, “ha tenido una educación tan buena”, “sabe tanto del Islam, y ha tenido tan buenos profesores y amigos, ¿cómo ha podido salir del camino para volverse así?”.
En muchas ocasiones, este comportamiento que vemos en otros y que nos resulta chocante y alarmante no es sino la última fase de una trayectoria que ha ido precisándose durante una larga temporada. Para algunos, puede ser el síntoma de una relación con el Divino que se ha ido debilitando por negligencia, o bien la consecuencia de la incapacidad de la mente para afrontar una avalancha de dudas y preguntas que han podido surgir por circunstancias de la vida. Quizás la ausencia de una iluminación deseada por el ego.
Puede ser que hace poco, la misma persona estaba muy ilusionada y era entusiasta, y se sentía fuerte en su Din y en la práctica de ello. Pero si le faltan los nutrientes necesarios, este estado se va debilitando, y simultáneamente estados más negativos y perniciosos se van fortaleciendo.
Esta lucha por quedarnos en el buen camino y ser constantes en nuestra creencia y práctica, es algo a lo que no solemos prestar la atención que se debería. Tiene una gran importancia, y se caracteriza por sus propios retos y obstáculos.
Cuando alguien es nuevo en el Islam, o que lo practica desde hace poco tiempo, tenemos un cuidado especial hacia ellos porque reconocemos que son vulnerables psicológicamente y espiritualmente. Entendemos que necesitan ayuda y soporte en los primeros pasos que dan en su nuevo camino. Pero cuando se trata de alguien que practica desde hace mucho, no solemos estar tan pendiente de su estado, no nos preocupamos tanto por asegurarnos que está bien, que no tiene problemas o dudas que sean una molestia para su fe y su mente.
Muchos dicen que cuando uno está “en el camino”, no necesita tanto alimento espiritual o ayuda como la necesitaba justo después de haberse hecho musulmán;
Una de las du’as más conocido del Profeta, sallallahu ‘aleyhi wa sallam, que solía repetir muy a menudo es:
يَا مُقلّب القٌلوب ثبِّتْ قُلُوبَنا عَلَى دِينِك
Ya muqalliba al qulúb zabbit qalbí alá Dinik’.
“Oh Tú que cambias los corazones,afirma mi corazón en Tu Din”. Lo relató At Tirmidí (Hadiz Hasan).
Incluso después de los primeros tiempos como musulmán, el corazón de una persona sigue siendo vulnerable a las influencias externas, las sugerencias y las dudas, y por lo tanto puede decantarse por un lado o el otro. Por esta razón el Profeta, sallallahu ‘aleyhi wa sallam hacía muchos du’as para pedir a Allah que protegiese nuestros corazones y los mentuviese firme en el Din del Islam.
En nuestra recitación de la surat Al-Fatiha, que debemos de repetir varias veces a lo largo del día, encontramos una insistencia similar sobre la constancia. Cada vez que recitamos esta surat estamos pidiendo a Allah que nos guie en el camino recto:
Guíanos por el camino recto,
el camino de los que has favorecido, no el de los que son motivo de ira, ni el de los extraviados. (Al-Fatiha 1:6-7)
Aunque ya seamos musulmanes, Allah prescribe para nosotros que Le pidamos constantemente de mantenernos en el camino recto, en Su Din.
En su famosa compilación de hadices Los Cuarenta Hadices, An-Nawawi reporta:
En un relato Abu ‘Amr o Abu ‘Amrah, Sufían Ibn Abdul-lah -que Dios esté complacido con él- dijo: «Dije: “¡Oh, Mensajero de Dios!, dime algo del Islam para que no tenga que preguntar de ello a nadie más que a ti”. Dijo: “Di creo en Dios, luego, se recto ”».
Muchos sabios han comentado este hadiz diciendo que es corto pero comprehensivo, y añadieron que la segunda parte es ciertamente la más difícil: ser recto, es decir constante en su fe y en las buenas acciones a lo largo de toda la vida.
Hemos citado estos dos hadices, pero son muchísimos más los que podríamos añadir para ilustrar nuestro caso. Podemos ver que el corazón y la mente del creyente tienen una necesidad permanente de estar alimentada e inspiradas en el camino de Allah. Requieren también amor y apoyo para servir de base al buen comportamiento y las buenas obras. Es importante que reconozcamos esta realidad, y que empecemos a confrontar esta necesidad con nosotros mismos, y luego con los que nos rodean.