Meca le pide al Negus que entregue a los Musulmanes

Negus

Autor: Osman Nuri Topbaş 

Aunque les había cogido de sorpresa la primera emigración a Abisinia, los idólatras se sentían ahora alarmados por el buen trato del que disfrutaban allí los Musulmanes. Temían que el Islam pudiera extenderse más allá de Arabia y quedase, de esta forma, fuera de su control.

Ello les llevo a pedirle al Negus la extradición de los Musulmanes, y con este propósito enviaron allí a Abdullah ibn Rabia y Amr ibn As, cargados de regalos para agraciar al rey y a sus obispos cristianos. Abu Talib, enterado de la partida de esta delegación, le escribió al Negus un poema en el que le alababa y le ponía en guardia frente a las maquinaciones de los mequinenses. (Ibn Hisham, I, 356)

Antes de hablarle al Negus, Amr y Abdullah lograron apaciguar a sus obispos y principales con regalos. Luego los ofrecieron al Negus, y después se introdujeron, diciendo:

– ¡Oh Rey! Algunos de nuestros insensatos jóvenes han buscado protección en tus tierras. Aunque han abandonado la religión de sus antepasados, no han aceptado la tuya, inventando una nueva. Por esa razón sus parientes nos han enviado para que los traigamos de vuelta a casa. Después de todo, son ellos quienes mejor conocen su maldad. Los emisarios intentaban a toda costa que el Rey no hablase con Yafar (r.a) para librarle así de su influencia. Uno de los cortesanos del Negus apoyó sus palabras de esta manera:

 ¡Oh Rey! Estos hombres dicen la verdad. Conocen a sus conciudadanos mejor que nosotros. Debemos extraditarlos y dejar que arreglen este asunto entre ellos.

– ¡Jamás!- dijo el Negus contrariado.

– No los devolveré antes de escuchar lo que tengan que decir. No voy a causar ningún daño a quienes han pedido mi protección.

A continuación, mandó llamar a los emigrantes, y también a sus obispos para que vinieran con sus libros. Cuando éstos se hubieron sentado alrededor del Rey, llegaron los emigrantes. Se veía que era un momento histórico. Yafar (r.a) hablaba en nombre de los Musulmanes, y a él se dirigió el Negus en primer lugar:

– Los Quraish ha enviado emisarios para que volváis con ellos a Mekka.

– ¡Oh Rey! Pregúnteles si somos esclavos para que nos lleven de vuelta a Mekka.

El Negus volvió la cabeza hacia Amr ibn As esperando la respuesta:

– No, son hombres libres. La conversación siguió de la siguiente manera:

– Pregúntenles si estamos endeudados, y por eso quieren que volvamos.

– No, no deben nada a nadie.

– Pregúntenles si somos asesinos llamados a responder ante un juez.

– No, no es así.

 Entonces, ¿por qué quieren que volvamos?

Amr ofreció la siguiente explicación:

– ¡Porque han abandonado la religión de sus antepasados! ¡Insultan a nuestros ídolos! ¡Han corrompido nuestra fe y a nuestra juventud! ¡Han dividido a nuestra comunidad! ¡Mekka está ahora dividida en dos!

Entonces el Negus le preguntó a Yafar (r.a):

– Dado que no aceptáis ni la religión de vuestros antepasados ni la mía, ¿qué religión es la que aceptáis?

Yafar Tayyar (r.a) contestó:

– ¡Oh Rey! Éramos gente ignorante. Solíamos adorar a los ídolos que hacíamos de madera, pensando que eran nuestros dioses. Solíamos comer carne muerta y enterrar vivas a nuestras hijas recién nacidas. Nos dábamos a los juegos de azar y practicábamos la usura. Fornicábamos y nos parecía bien que una mujer tuviera relaciones con muchos hombres. Nos desentendíamos de los derechos que tenían nuestros parientes sobre nosotros, y también de los de nuestros vecinos. Los fuertes oprimían a los débiles, y los ricos vivían a costa de los pobres. No conocíamos la justicia.

Entonces, Allah Todopoderoso, deseando nuestro bien, nos mostró Su Misericordia, enviándonos un Profeta procedente de nosotros mismos, de noble y virtuoso linaje. Le conocíamos como el Veraz. Nos habló de la Unicidad de Allah. Nos enseñó cómo adorarle. Nos libró de la adoración de los ídolos de nuestros antepasados y de todo la maldad. Nos prohibió derramar sangre, practicar la usura, mentir y apropiarnos indebidamente de la propiedad de los huérfanos. Nos exhortó al bien, a la rectitud, a mantener la palabra, a tratar a los vecinos y parientes con amabilidad y a proteger el honor de las mujeres y las vidas de nuestras hijas. Nos libró de la violencia y nos mostró cómo ser seres humanos. Así que hemos creído en él y ahora seguimos su camino. Esto nos ganó la hostilidad del Quraish. Nos han perseguido, torturado y asesinado. Cuando el sufrimiento se hizo insoportable, y dado que nos negábamos a abandonar nuestra religión, nuestro Profeta (s.a.s) nos dio permiso para emigrar. ¡Oh rey! Te hemos preferido a ti y a tu tierra, y por eso estamos aquí. Sabíamos que no nos oprimirías. ¡Oh rey! Pedimos tu protección.

El Negus escuchaba sereno el discurso de Yafar (r.a). Cuando éste hubo terminado, le preguntó:

– ¿Conoces de memoria algo de lo que le fue revelado por Allah a vuestro Profeta?

– Sí, contestó Yafar (r.a) y empezó a recitar la surah Maryam, en la que se habla de Yahia (Juan) (r.a) y del nacimiento de Isa (Jesús) (r.a). Mientras recitaba, el Negus lloraba de emoción.

– Juro por Dios que estas palabras provienen de la misma fuente de la que le fue revelado a Musa y a Jesucristo. Y volviéndose hacia los emisarios del Quraish, declaró:

– Jamás os devolveré a los emigrantes.

Cuando la reunión se hubo acabado, Amr le dijo a su amigo:

– Juro que le voy a decir a Negus que ellos creen que Isa, el hijo de Maryam, era solamente un hombre. Seguramente que esto hará que les eche.

Al día siguiente Amr se presentó de nuevo ante el Negus.

– ¡Oh Rey! Ellos hablan mal de Jesucristo. Llámeles, si así lo deseas, y lo oirán tus propios oídos.

El Negus mandó llamar a los Musulmanes y les preguntó qué pensaban de Jesús. Yafar (r.a) contestó mostrando una absoluta confianza en la revelación de Allah:

– Pensamos lo que nos ha enseñado nuestro Profeta. Y él dice: “Isa es el siervo, el Mensajero de Allah, Su Espíritu y Palabra, nacido de Maryam que había abandonado todo y se había dedicado a Allah.”

El Negus cogió una ramita del suelo y dijo:

– Juro por Dios que Jesucristo es lo que decís. La diferencia entre vuestras palabras y la verdad de Jesucristo no es más grande que esta ramita.

Al escuchar sus palabras, los obispos del Negus que estaban allí presentes, comenzaron a murmurar. Volviéndose a ellos, el Negus les dijo:

– Podéis quejaros todo lo que queráis, pero esa es la verdad.

Y volviéndose a los emigrantes, les dijo:

– Podéis marcharos. En mi tierra no tenéis nada que temer. El que os insulte, será castigado. Incluso si me ofreciesen una montaña de oro, no consentiría que os hicieran el menor daño.

Y volviéndose de nuevo a sus hombres, el Negus les ordenó:

– Devolved los regalos que han traído los emisarios. No los necesito. Y si estuviera ahora cerca del Mensajero de Allah, me gustaría lavarle los pies y servirle. (Ibn Hisham, I, 356-361; Ahmad, I, 202- 203, V, 290-291; Haizami, VI, 25-27)

Y según otra versión, dijo:

– Testifico que Muhammad es el Mensajero de Allah. Es el hombre mencionado por Jesucristo. Si no me perteneciera el trono de este reino y la responsabilidad que ello me confiere, iría a donde está y yo mismo le llevaría las sandalias. (Abu Daud, Yanaiz, 55-57/3205)

 

Fuente: http://es.osmannuritopbas.com/

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