Autor: Muhammad Asad
A fin de comprender el significado del término yinn en el Quran, debemos apartar de nuestras mentes el sentido que recibe en el folclore de Arabia, donde pronto llegó a denotar toda suerte de “demonios” en el sentido más popular de esta palabra. Esta imagen folclórica ha oscurecido en gran medida la connotación original del término y su altamente significativa –casi reveladora– derivación verbal. La raíz verbal es ÿanna, “él [o “ello”] ocultó” o “cubrió de oscuridad”: cf. 6:76, que habla de Abraham “cuando la noche le cubrió con su oscuridad (ÿanna aalaihi)”. Dado que este verbo se usa también como intransitivo (“él [o “ello] quedó [o “fue”] ocultado”, resp. “sumido en la oscuridad”), todos los filólogos clásicos señalan que al-ÿinn significa una “intensa [o “desconcer-tante”] oscuridad” y, en sentido más general, “lo que está oculto a los sentidos [del hombre]”, e.d., cosas, seres o fuerzas que normalmente no pueden ser percibidas por el hombre pero que tienen, sin embargo, realidad objetiva propia, concreta o abstracta.
En el uso que se le da en el Quran, que es ciertamente diferente al que tiene en el folclore primitivo, el término yinn tiene varios significados claros. El más común es el de fuerzas o seres espirituales que precisamente por carecer de corporeidad, exceden la capacidad perceptora de nuestros sentidos corpóreos: una connotación que incluye “demonios” o “fuerzas demoniacas” (œayäöïn), pero también “ángeles” y “fuerzas angélicas”, pues todos ellos están “ocultos a nuestros sentidos” (Ÿauharï, Räguib). Para dejar patente que estas manifestaciones invisibles no son de naturaleza corpórea, el Quran declara parabólicamente que los ÿinn fueron creados de “el fuego de los vientos abrasadores” (när as-samün), en (15:27), o de “una confusa llama de fuego” (märiÿ min när, en 55:15), o simplemente “de fuego” (7:12 y 38:76, referido en ambos casos a Iblïs, el Ángel Caído). Paralelamente a esto, contamos con hadiths auténticos acerca de que el Profeta dijo que los ángeles habían sido “creados de luz” (juliqat min nür: Muslim, transmitido de Aisha) –y la luz y el fuego, por estar íntimamente relacionados, suelen manifestarse el uno a través y dentro del otro.
El término yinn se aplica también a una amplia gama de fenómenos que, según la mayoría de los comentaristas clásicos, apuntan a ciertos organismos sensibles de naturaleza tan sutíl y composición fisiológica tan distinta a la nuestra que son normalmente inaccesibles a nuestra percepción sensorial. Sabemos, por supuesto, muy poco acerca de qué puede y qué no puede desempeñar el papel de organismo vivo; además, nuestra incapacidad para discernir y observar tales fenómenos no justifica en absoluto una negación de su existencia. El Quran se refiere a menudo a “el dominio de lo que es imperceptible al hombre” (al-gaib), y se dice con frecuencia de Dios que es el “Sustentador de todos los mundos” (rabb al-aälamïn): y el uso del plural apunta claramente a que paralelamente al “mundo” accesible a nuestra observación existen otros “mundos” –y, por consiguiente, otras formas de vida distintas a las nuestras y presumiblemente también entre sí, y que sin embargo interaccionan y hasta quizás se combinan entre sí en formas incomprensibles para nosotros. Y si suponemos, como es de razón, que existen organismos vivos cuyas premisas biológicas son enteramente distintas a las nuestras, es lógico suponer que nuestros sentidos físicos sólo pueden establecer contacto con ellos en circunstancias muy excepcionales: de ahí su calificación de “seres invisibles”. Ahora bien, ese cruce de caminos, esporádico y muy raro, entre su modo de vida y el nuestro puede dar lugar a manifestaciones extrañas –por inexplicables– que la fantasía primitiva del hombre interpretó luego como fantasmas, demonios u otras apariciones “sobrenaturales” de carácter similar.
Ocasionalmente, el término yinn se emplea en el Quran para designar a esas fuerzas elementales de la naturaleza –incluida la naturaleza humana– que están “ocultas a nuestros sentidos”, por cuanto que se nos manifiestan sólo en sus efectos pero no en su realidad intrínseca. Ejemplos de este uso se encuentran, p.e., en 37:158 ss. (y posiblemente también en 6:100), así como en la primera mención de este concepto, a saber: en 114:6.
Aparte de esto, es bastante probable que en muchos casos en los que el Qura se refiere a los ÿinn en términos reservados normalmente para organismos dotados de raciocinio, esta expresión implique bien una “personificación” simbólica de la relación del hombre con “fuerzas satánicas” (œayäöïn) –una implicación que resulta evidente, p.e., en 6:112, 7:38, 11:119, 32:13– o bien, una metonimia por la preocupación de alguien con lo que se describe en términos generales como “poderes ocultos”, sean reales o ilusorios, y también por las prácticas a las que esa conduce, como brujería, necromancia, astrología, adivinación, etc.: empeños a los que el Qur°än se refiere sin excepción en términos condenatorios (cf. 2:102 y la nota 84 correspondiente; también 6:128 y 130, ó 72:5-6).
En unos pocos casos (p.e., en 46:29-32 y 72:1-15), el término yinn denota posiblemente seres que son no tanto invisibles en sí mismos como “seres hasta ese momento invisibles” (véase la nota 1 a 72:1) Finalmente, las referencias a los yinn quieren evocar a veces ciertas leyendas profundamente arraigadas en la conciencia de la gente a la que el Quran iba dirigido en primera instancia (p.e., en 34:12-14, que debe leerse junto con la nota 77 a 21:82) –y, en todos los casos, el propósito no es la leyenda en sí sino servir de ilustración a una verdad moral o espiritual.
Fuente: ‘El Mensaje del Corán’ de Muhammad Asad y traducido por Abderazzaq Perez