Autor: Sheij Abdul Haqq Bewley
Este el quinto artículo de una serie de cinco. Para leer el anterior haga click aquí.
En lo que respecta a los musulmanes es especialmente dañino por dos razones: En primer lugar, como ya he explicado, la visión modernista ataca los aspectos más fundamentales del Din de Allah, el núcleo mismo de las enseñanzas del Islam ─la comprensión pura del Tawhid─ y, como dije al comienzo, esto es precisamente lo que diferencia al Islam del Din de kufr. A través de las maneras que he indicado, y otras muchas que no he mencionado, el exhaustivo adoctrinamiento que todos hemos recibido desde el día en que nacimos hace muy difícil, para los musulmanes de esta época, tener una comprensión clara del verdadero Tawhid.
Lo que ha ocurrido, en segundo lugar, fue que, quizás porque llegaron tarde a la fiesta, los musulmanes estaban deseando tragarse, casi con indecencia, la visión modernista por entero. Deslumbrados por la supremacía tecnológica y el poder de Europa, se permitieron cometer el error de atribuir este retraso a las enseñanzas del Islam y, abrazando sin reservas el sistema educativo occidental, se han deshecho del modelo islámico tradicional y han erosionado los fundamentos sobre los que se asienta la fortaleza del Islam. Los estudiantes abandonaban el Cairo, uno de los grandes centros de la educación islámica, para realizar ‘estudios superiores’ en París y Londres. Las reformas del periodo tanzimat, basadas por completo en ideas europeas, entre las que estaban el desarrollo de un nuevo sistema educativo laico, la reorganización del ejército basada en el sistema de reclutamiento prusiano, la creación de asambleas de representantes provinciales, y la introducción de nuevos códigos mercantiles y penales, que seguían en gran parte el modelo francés, fueron novedades que se introdujeron a lo largo del Califato Otomano. La élite musulmana del subcontinente indio fue sometida al sistema educativo inglés y se establecieron instituciones basadas en éste. Mientras tanto, en África y en el Oriente Medio los franceses imponían las suyas.
El fracaso de los movimientos islámicos de esta época, como los Ijwan al-Muslimin y la Yama’ata’l-Islamise debe a esta razón. Todos ellos se remontan en sus orígenes a los reformistas al-Afghani y Muhammad Abdu; ambos estaban absolutamente inmersos y enamorados de la visión del mundo modernista. Esto ha afectado de forma más concreta al sector más culto de la sociedad musulmana. Las mentes mejores y los intelectos más brillantes del mundo musulmán, que antes se habrían formado siguiendo la visión del mundo que dictaba el Corán y las ciencias islámicas, han estado sujetas, durante ya más de un siglo, a una educación modernista laica. Por esta razón, es absolutamente imperioso que los musulmanes de hoy en día, que en su mayoría no son conscientes del proceso educativo al que han sido sometidos, se den cuenta de lo sucedido y traten de contrarrestarlo sea como sea. En este contexto, tuvo lugar un acontecimiento, en junio del año 1968, cuya importancia no puede ser lo suficientemente enfatizada: el encuentro entre Ian Dallas ─que pronto sería Shayj Abdalqadir as-Sufi─ y Shayj Muhammad al-Habib al-Amghari al-Idrisi.
Los franceses no entraron en Marruecos hasta el año 1912. En ese tiempo, Shayj Muhammad al-Habib ya era un hombre de mediana edad que enseñaba en la Qarawiyyin de Fez. Esto significa que había tenido una educación musulmana absolutamente tradicional sin ninguna influencia de las tendencias modernistas que he mencionado. Hablo de un proceso educativo que había estado ocurriendo en Fez de forma ininterrumpida durante más de mil años, pudiendo remontarse sus orígenes a la Madina de Imam Malik y, antes de él, al Profeta, s.a.w.s., y sus Compañeros. La suya fue la última generación de musulmanes a la que puede aplicarse esta descripción. Dicho con otras palabras: estaba absolutamente a salvo de la visión del mundo modernista que ha demostrado ser tan corrosiva para una verdadera comprensión del Tawhid, el conocimiento primordial que sustenta las demás enseñanzas islámicas. Esto es algo que resplandece en su Diwan y en sus discursos que aún perduran, y es quizás la razón por la que la mayoría de sus enseñanzas enfatizan la necesidad de tener un Tawhid puro e indican cómo conseguirlo.
Shayj Abdalqadir, por el otro lado, era alguien que había sido educado por completo en los valores modernistas. No obstante, al no estar satisfecho con permanecer encerrado tras esos muros sofocantes, los había atravesado y abrazado sin reserva alguna los cambios radicales en la ciencia y la filosofía que ya he mencionado. Todo lo que es esbozado en esta conferencia procede de él, parte como citas directas de lo que ha escrito y parte como resultado de años de reflexión sobre lo que ha enseñado. Esto significa que era la persona ideal para recibir de Shayj Muhammad al-Habib la enseñanza pura del Din que le había sido transmitida por sus predecesores. Con su rechazo del laberinto sin salida Cartesiano/Newtoniano ─la visión del mundo modernista─ Shayj Abdalqadir pudo absorber y transmitir con toda autenticidad el verdadero entendimiento del Tawhid. Su libro El Camino de Muhammad elucida el camino que tomó para llegar a ello y su Libro del Tawhid es, sin duda alguna, un ejemplo manifiesto de este entendimiento; pero la verdad es que todos sus escritos y enseñanzas están impregnados y respaldados por su conocimiento certero del Tawhid.
El encuentro tuvo lugar en la ciudad marroquí de Kenitra, que en árabe significa “El Puente”, y este encuentro fue ciertamente un puente. Era un puente que salvaba los tres siglos del proyecto modernista y sus medio verdades engañosas sobre la naturaleza de la existencia. El encuentro entre Shayj Muhammad ibn al-Habib y Shayj Abdalqadir as-Sufi conectó el conocimiento del Tawhid tradicional y sin impureza alguna ─la enseñanza central y fundamental del Din de Allah─ con la capacidad renovada de comprenderlo de forma auténtica gracias a la apertura hecha por los recientes descubrimientos sobre la verdadera naturaleza de la materia y del ser humano. Ya desde el principio ha sido esto, y sólo esto, la fuerza impulsora del Islam. Esta creencia rotunda en el poder ilimitado de Allah, sin intermediario alguno, es lo que permitió a la primera comunidad conquistar la mitad del mundo conocido en una sola generación. Y esta misma inquebrantable creencia en la unidad absoluta de Allah ha sido la base de todo el crecimiento del Islam desde ese entonces. Merece la pena subrayar que la debilidad que sufre Islam en los tiempos más recientes ha coincidido con el menoscabo de la integridad de esta creencia al verse los musulmanes expuestos a las doctrinas del materialismo científico que es la médula misma de la visión del mundo moderna.
Lo que ahora necesitamos es un nuevo crecimiento del Islam, y para que esto ocurra los musulmanes de esta época tienen que librarse de esa camisa de fuerza que es la visión modernista, siguiendo el camino demostrado por Shayj Abdalqadir que es adoptar de nuevo una creencia en Allah que está a salvo de todo tipo de asociación. Tenemos que dar a conocer un nuevo crecimiento del Islam a partir de la textura de nuestra época, una expresión del Islam que transcienda y transforme la tradición clásica de Grecia y la tradición europea que ha atrapado en una red al mundo entero pero que ahora, como ya hemos visto, está en un punto donde, otra vez, está más abierta, tanto en potencialidad como en autenticidad, al Din de Allah, a la realidad viva del Libro de Allah y la Sunna de Su Mensajero, s.a.w.s.
El Corán es la palabra no creada de Allah, fuera del tiempo y del espacio. Tenemos que volver a descubrir las aleyas en el presente, reflexionar sobre ellas de nuevo, buscar su luz y energía y convertirlas en nuestro trampolín para el restablecimiento de la guía de Allah en esta época. La Sunna es el registro arquetípico de cómo la perfección humana, encarnada en la persona del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, transformó la Guía Divina en una realidad vivida, y de cómo él y sus Compañeros, radiyallahu ‘anhum aŷma‘in, se transformaron a sí mismos y a su situación. Para seguir la Sunna tenemos que descubrir en nosotros mismos parte de las cualidades del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, tenemos que transformarnos de la misma manera que lo hicieron los Compañeros, transformar nuestra situación como ellos hicieron. Dicho con otras palabras: tenemos que ir hacia delante, hacia el Libro y la Sunna, no regresar hacia ambos. La gente de nuestros días necesita es un Islam que se acaba de cocinar, no un Islam recalentado. Tenemos que tener la cosa en sí, no una mera imitación. Ninguna otra cosa servirá.
Y no cabe duda de que es una tarea no apta para cobardes. Exigirá una gran valentía, una entrega total y tener confianza plena en Allah. Lo que necesitamos es una nueva generación de musulmanes que han rechazado las verdades a medias superficiales del materialismo científico; hombres y mujeres nuevos, dispuestos y capaces a enfrentarse al reto de esta nueva era; capaces de transformarse a sí mismos y la sociedad en la que viven; que se han librado del embrujo esclavizador de la perspectiva moderna y su falsa visión de la existencia, su ilusoria política de marionetas y su real predominio económico; hombres y mujeres que están decididos a aprovecharse de las oportunidades que surgen con la nueva visión del mundo; cuyas vidas están dedicadas a establecer de nuevo el Din de Allah con toda su justicia, misericordia, sencillez, esplendor y poder. Y entonces podrán decir con toda sinceridad a los incrédulos que los rodeen: “Vosotros tenéis vuestro Din y yo tengo mi Din”.