Relación con Allah y relación con la gente

Por: Ahmed Bermejo

Cuántas veces hemos oído que el Din del Islam abarca todos los aspectos de nuestra vida? ¿Cuántas veces hemos oído que en el Islam no importa sólo tu relación con Allah, sino que también importa tu relación con las criaturas? ¿Cuántas veces hemos oído que el Islam es ‘ibadat y mu’amalat?

Hace unas semanas hablábamos sobre el conocido hadiz en el que el Mensajero de Allah dijo:

El que no es agradecido con la gente no es agradecido con Allah.

Y también dijo en otra ocasión:

Tened misericordia con los que hay en la tierra porque la tendrá con vosotros los que están en los cielos. 

Y en otra ocasión dijo:

No tiene iman (creencia, fe) el que no tiene amana (cumple con lo que se ha comprometido) y no tiene Din el que no tiene palabra.

Son muchísimos los ahadiz y referencias en el Libro de Allah, que hablan sobre esta cuestión; son referencias en las que vemos la vinculación que existe entre el trato a la gente y el trato con Allah, nuestra relación con la gente y nuestra relación con Allah, siendo tal vez la prueba más clara de ello el salat, la oración, de la que hablamos largo y tendido hace unos días.

El salat es un compromiso que todos nosotros, al haber aceptado el Islam como forma de vida, hemos prometido cumplir; y por eso se dice entre la gente de conocimiento que el que no cumple con su salat no es una persona digna de confianza; es una persona cuyo testimonio no debe ser tomado en consideración puesto que no alcanza la categoría de ‘adil. ¿Cómo es posible fiarse de alguien, de su palabra, si ese alguien no es consciente de Allah y no cumple con su compromiso con Allah?

Y reflexionando sobre esto vino a mi mente un suceso precioso de la vida del Mensajero Muhammad, salla allahi alaihi wa sallam, un suceso que muestra de manera clara y nítida cómo era la calidad humana de Muhammad y cómo era un hombre que tenía muy claro la vinculación que existe entre el trato con la gente y el trato con Allah.

Es un suceso que narra un interrogatorio llevado a cabo por una persona de conocimiento y de creencia, una persona de integridad, una persona que conocía la naturaleza del mensaje, a pesar de no haber oído hablar del Islam todavía, una persona que conocía la vinculación existente entre el trato y la relación con la gente y el trato y la relación con Allah.

Este suceso tiene lugar en Ilyá (Jerusalén) y a un lado se encuentra un emperador, rodeado por su corte y sus notables, y al otro lado un grupo de comerciantes entre los que hay uno de los enemigos más acérrimos y enconados del Mensajero Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, que curiosamente era de sus familiares más cercanos. ¿Cuándo sucedió? Tras el pacto de Hudaibiyah, en el que los musulmanes y sus enemigos firmaron una tregua.

Aprovechando esa tregua, el Mensajero de Allah se dedicó a continuar con su misión de llamar a la gente a Allah, pero ahora traspasando las fronteras de la península arábiga; y lo hizo por medio de cartas que enviaba a todos los reyes, emperadores y gobernantes de los que tenía conocimiento.

Una de esas cartas fue dirigida a Heraclio, el emperador de los romanos, que cuando la recibe, lo primero que hace, antes incluso de abrirla, es preguntar si había en la ciudad (Jerusalén) algunos de los árabes que solían estar comerciando en ese lugar. Le informaron que sí, que había llegado una caravana hacía pocos días. Los manda llamar y cuando están ante ellos, por medio de un traductor, les informa de la carta que ha recibido y dice: “¿Cuál de vosotros es el más cercano en linaje a este hombre que dice ser el Profeta de Dios?”.

¿Quién responde dando un paso al frente? El enemigo del Mensajero de Allah que tanto daño le había hecho, que tanto le había perseguido, que tantos musulmanes había atormentado, que tanto odio tenía en su corazón hacia Muhammad y los musulmanes, pero que, como hemos dicho antes, era familiar suyo. Este hombre, era ni más ni menos, Abu Sufián Ibn Harb.

Cuando éste se adelanta, Heraclio (siempre a través del traductor) informa al resto de los árabes que habían acudido con Abu Sufián, y que por supuesto, también conocían a Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, que se coloquen detrás de Abu Sufián, que él iba a hacer una serie de preguntas y si alguna de las respuestas de Abu Sufián no era correcta, que entonces ellos, con algún gesto, se lo hicieran saber.

Al escucharlo Abu Sufián, que era un hombre orgulloso como pocos, dijo: “¡Juro por Allah! que de no haber sido por la vergüenza de que me tacharan de mentiroso, habría mentido sobre él”.

Cuando ya está todo listo comienza el interrogatorio, y el que lo narra es el propio Abu Sufián, ya que un tiempo después aceptó el Islam. Preguntó Heraclio: “¿Cómo se considera su linaje entre vosotros? Dije yo (Abu Sufián): “Él es de buen linaje entre nosotros”. Dijo: “¿Y alguno de vosotros había dicho antes lo mismo que ahora dice él?” Dije: “No”. Dijo: “¿Ha habido algún rey entre sus antepasados?” Dije: “No”. Dijo: “¿Lo siguieron los más nobles o los más humildes de la gente?” Dije: “Los más humildes”. Dijo: “¿Y van aumentando o disminuyendo?” Dije: “Van aumentando”. Dijo: “¿Hay alguno que haya apostatado, descontento con su religión, después de haber entrado en ella?” Dije: “No”. Dijo: “¿Le acusaban de mentir antes de decir lo que ahora dice?” Dije: “No”. Dijo: “¿Ha traicionado?” Dije: “No, nosotros estamos en tregua con él y no sabemos qué hará”. Y aquí Abu Sufián, cuando narra el suceso años después, dice: “Y no me fue posible introducir algo en su contra excepto esto último, es lo único que pude decir sin que se me acusara de mentiroso y que podría entenderse como algo en su contra”. Dijo Heraclio: “¿Y le habéis combatido? Dije: “Sí”. Dijo: “¿Y cómo ha sido vuestra lucha contra él?” Dije: “La guerra tiene variada fortuna entre nosotros, unas veces gana él, otras nosotros”. Dijo: “¿Y qué os ordena?” Dije: “Dice: “Adorar a Allah, a Él sólo, sin asociar nada con Él, y que abandonemos lo que adoraban vuestros padres; y nos ordena practicar la oración (el salat), ser veraces, honestos y mantener los lazos de consanguinidad”.

Estas fueron las preguntas que hizo el emperador; y ahora será él mismo el que nos va a decir el por qué de estas preguntas y la sabiduría que encerraban, y vamos a poder comprobar lo que estamos hablando: la vinculación, totalmente necesaria, entre la relación con la gente y la relación con Allah.

Toma ahora Heraclio la palabra diciéndole al traductor: “Dile: “Te he preguntado acerca de su linaje y has mencionado que es de buen linaje entre vosotros; y de igual modo, los Mensajeros son enviados perteneciendo al buen linaje de su gente. Te he preguntado si alguno de vosotros había dicho antes lo mismo que él y dijiste que no. Y yo digo que si hubiera habido alguien que hubiera dicho antes lo mismo que él, yo diría que es un hombre que copia lo que se ha dicho antes. Te pregunté si había habido algún rey entre sus antepasados y dijiste que no. Y yo digo que si hubiera habido entre sus antepasados algún rey, diría que es un hombre que pretende el reinado de su antepasado. Te pregunté si lo acusabais de mentir antes de haber dicho lo que ha dicho y me dijiste que no; y por lo que yo sé, alguien que no difunde la mentira entre la gente no va a mentir sobre Allah. Te he preguntado si lo seguían los más nobles de la gente o los más humildes y has respondido que lo siguen los más humildes; y, en efecto, ellos son los seguidores de los Mensajeros. Te pregunté si aumentaban o decrecían y contestaste que aumentaban, y así ocurre con la creencia hasta que se completa. Te pregunté si alguno apostataba descontento con su religión después de haber entrado en ella, y contestaste que no; y así ocurre con la creencia cuando su deleite cala y embarga los corazones. Te pregunté si traicionaba y dijiste que no, y del mismo modo los Mensajeros no traicionan. Y te pregunté qué os ordenaba y dijiste que os ordena que adoréis a Allah, a Él sólo, sin asociarle nada, y os prohíbe la adoración de los ídolos y os ordena la oración (el salat), además de ser veraces y honestos. Y si lo que dices es verdad, él tomará posesión del lugar sobre el que están mis pies. Yo tenía conocimiento de su advenimiento, pero no podía imaginar que era uno de los vuestros. Si supiera que venía, saldría directamente a su encuentro, y si estuviera junto a él, le lavaría los pies”.

Poco más se puede añadir a esta maravillosa conversación, y lo único que puedo deciros es que la leáis atentamente, reflexionéis sobre ella y veáis la importancia que tiene en nuestro Din nuestra relación con Allah y nuestra relación con la gente y, según esta conversación, a qué llamaba el Mensajero de Allah: A adorar a Allah, sin asociarle nada, a hacer la oración y a ser veraces y honestos.

Y recordad el hadiz que hemos mencionado al principio:

No tiene iman (creencia, fe) el que no tiene amana (cumple con lo que se ha comprometido) y no tiene Din el que no tiene palabra.

Relación con Allah y relación con la gente. Están vinculadas, todo forma parte de lo mismo, no podemos tener una impecable relación con Allah y olvidar nuestra relación con las criaturas, del mismo modo que no podemos pretender tener una buena relación con las personas, ser honestos, justos y cumplidores con ellos y no serlo con Allah, con nuestro salat, con nuestros actos de adoración; son cimientos de un mismo edificio, son aspectos indivisibles; aferrémonos a ellos y entonces, con el permiso de Allah, seremos de los triunfadores en esta vida y en la próxima; y a Allah le pido que así sea. Amin


Fuente: http://ahmedbermejo.com

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