Por: Shaij Ahmed Bermejo
Allah está con nosotros, muy cerca de nosotros, siempre lo ha estado y siempre lo estará. Allah es el que tiene poder sobre todas las cosas. Allah es aquel del que todo depende y que no depende de nada. Allah es el que si quiere que algo ocurra le dice kun fayakun. Estas son realidades innegables que por mucho que en ocasiones se nos olviden no las podemos negar.
Pero qué ocurre con nosotros, que somos seres humanos y parte de nuestra naturaleza es que olvidamos, por eso se dice que en árabe al ser humano se le llama insan porque yansa, porque olvida. Olvidamos que las cosas no dependen de nosotros, olvidamos que, por mucho que la gente se junte para beneficiarnos o perjudicarnos en algo, el único que puede hacerlo es Allah, subhanahu wa ta’ala. Y como olvidamos, es necesario que recordemos, pues el recuerdo beneficia a los creyentes.
Y una de las cosas que más pesar me causa que olvidemos -y que a todos nos ocurre en este mundo en el que tenemos que pagar facturas, alquileres, recibos, etc…- es el poder enorme que tiene el dua’. Es esa herramienta que Allah nos ha entregado para dirigirnos a Él, para pedirle, y que en esencia no es otra cosa que reconocer ese poder que Él tiene y esa capacidad que posee de entregarnos lo que le pedimos.
Pero todo parte de reconocer la necesidad que tenemos de Él, de reconocer que Allah es aquel del que todo depende y que Él no depende de nada. Si eso lo negamos, si eso no somos capaces de asimilarlo y creerlo de verdad con nuestro corazón, y cuando hablo de creer con el corazón me refiero a empaparnos de verdad de ello, entonces por mucho que pidamos, no se nos concederá.
Eso por un lado, el primer paso es reconocer que todo depende de Allah. El segundo paso es que si creemos que nosotros solos nos valemos y somos capaces, si pensamos que lo que tenemos lo hemos conseguido por el sudor de nuestra frente o por nuestra inteligencia o por lo guapos que somos, entonces tampoco hay nada que hacer, pues estaremos creyendo, aunque sea de manera inconsciente, que nosotros tenemos ese poder.
Y a este respecto, el Sheij Ibn ‘Ataillah, en uno de sus famosos Hikam, dijo: “Ninguna solicitud que apoyándote en Él pidas se demora. Y ninguna solicitud que apoyándote en ti pidas prospera”.
¿Pero os habéis parado a pensar alguna vez lo más hermoso de este asunto? Que Allah ama y desea que le pidamos, Allah ama y desea que nos entreguemos a Él, eso a Él le complace, eso es lo que quiere de nosotros y esto es algo tremendamente maravilloso, porque los tesoros de Allah no cesan, sus puertas están siempre abiertas, está siempre dispuesto a dar y Su generosidad no tiene límites.
Pero nosotros con nuestra cabezonería no somos capaces de verlo, nos ponemos un velo a nosotros mismos, no somos capaces de mantener esa conversación íntima y preciosa con Allah en la que reconociendo Su poder le pedimos, y en vez de eso, andamos pidiendo a la gente o confiando en que nosotros mismos nos bastamos y nos sobramos.
De que Allah es el único que realmente tiene poder para ayudarnos eran muy conscientes los Profetas y Mensajeros; por eso ellos se encomendaban a Él y buscaban siempre Su ayuda. Incluso en los momentos más difíciles en los que parecía que no había solución posible lo hacían.
Todos conocemos la historia del amigo íntimo de Allah, el Profeta Ibrahim, alaihi salam, cuando tras destruir todos lo ídolos que adoraba su gente, -menos el mas grande-, éstos deciden que el castigo para dicho “crimen” era arrojarlo a un gran fuego. Un fuego para el que estuvieron varios días recogiendo toda la madera posible, un fuego al que no podían acercarse del asfixiante calor que desprendía. Lo ponen entonces en una catapulta y lo lanzan hacia ese fuego. Mientras está cayendo al fuego viene a Sayiduna Ibrahim el ángel Yibril, y le pregunta: “¿Tienes necesidad de algo? ¿Necesitas algo?”. Y el noble Profeta le responde diciendo: “Si es de ti no, si de Allah sí; Allah es suficiente para mi, y qué excelente guardián”.
Observad lo maravilloso de este suceso y reflexionad sobre él, porque ciertamente es una gran lección para nosotros. Estaba cayendo a un fuego ardiente, un fuego del que no tenía escapatoria, y viene el ángel Yibril a ofrecerle su ayuda, a ofrecerle la salvación de ese fuego; pero Ibrahim, alaihi salam, que sabía que el único que de verdad podía ayudarle era Allah, le da esa respuesta, una respuesta impregnada de amor hacia Allah y de reconocimiento de Su poder. Y entonces, al ver Allah la resolución y firmeza del noble siervo dijo: “Fuego, sé frío e inofensivo para Ibrahim” (21, 69). Frío e inofensivo, pues si hubiera dicho sólo frío, habría muerto del frío. Pero es que la sabiduría y misericordia de Allah hacia los que se entregan a Él y confían en Él no tiene límites.
Al final el asunto es muy sencillo y se resume con una pregunta: “¿En quién confiamos para alcanzar lo que anhelamos?”; ¿confiamos, se lo pedimos y lo buscamos junto a Allah? ¿o confiamos, se lo pedimos y lo buscamos junto a las criaturas?. Hagámonos esta pregunta con mucha sinceridad y si es necesario, cambiemos lo que tengamos que cambiar, pues recordar que cada vez que hacemos el salat, cada vez que recitamos la surat al fatiha decimos: “Sólo a Ti te adoramos, sólo en Ti buscamos ayuda”. Estoy convencido de que si nos empapamos y arraigamos esas palabras en nuestro corazón y nuestras acciones, veremos cómo cambia nuestra situación, tanto a nivel individual como colectivo.
Y para terminar, no puedo dejar de mencionar unos versos que he empleado en más de una ocasión, pero que son realmente hermosos y describen a la perfección esta realidad de la que estamos hablando; dicen así: “No pidas al hijo de Adam cosa alguna, pídeselo a Aquel cuyas puertas no se cierran. Ya que Allah se enfada si dejas de pedirle, y el hijo de Adam, cuando le pides se enfada”.
Oh Allah te pedimos que llenes nuestros corazones de confianza en ti y que por ello nos des lo mejor de esta vida y de la próxima. Amin!
Fuente: http://ahmedbermejo.com/