Un mensaje de la vida del Profeta para los musulmanes

Por: Shaykh Abu ‘l-Hasan ‘Ali al-Nadwi

El mundo no era un lugar desierto cuando el Profeta Muhammad, que la paz sea con él, estaba creciendo. No era un cementerio. Las rueda de la vida se movía entonces con muy poca diferencia a como lo hace ahora. Los negocios se llevaban a cabo casi de la misma manera, y la gente, en general, estaba satisfecha con las cosas que les rodeaban y no sentían la necesidad de cambio.

Pero Dios tenía otros planes para el mundo. Como se menciona en una tradición profética:

“El Señor echó una ojeada a los habitantes de la tierra, y se sintió muy disgustado con ellos, ya fueran árabes o no árabes. Estaba enojado con todos excepto con unos cuantos que creían en las religiones reveladas. Entonces, envió al Profeta Muhammad, y junto con él, hizo provisión para dar origen a toda una comunidad. Evidentemente, esta comunidad había sido creada para un propósito definido que no estaba siendo cumplido por otros. No habría necesidad de crear una nueva comunidad para algo que ya estaba siendo hecho o de llevar una tormenta al plácido océano de la vida que siguió al surgimiento de la nueva Ummah”.

Cuando el Señor creó a Adam, los ángeles preguntaron: ¿No eran ellos suficiente para Su glorificación? ¿Por qué se debía crear esta criatura de arcilla? El Señor respondió: Yo sé lo que vosotros no sabéis (Corán 2: 30). Dios, por lo tanto, estaba indicando que Adam no había sido creado para cumplir la función de los Ángeles, sino que Dios tenía la intención de darle otra tarea.

Si la meta de los musulmanes fuera meramente el comercio, los comerciantes de La Meca, que llevaban sus caravanas a Siria y Yemen y los judíos de Medina que habían establecido grandes casas comerciales tenían derecho a preguntar si no eran lo suficientemente buenos como para que una nueva comunidad fuese necesaria. Y si se tratase de la agricultura, los agricultores de Medina, Khyber, Najd, Siria, Yemen e Irak podrían haberse quejado de por qué se les pasaba por alto. Y así sucesivamente.

Pero los musulmanes estaban siendo creados para una nueva tarea que nadie en el mundo estaba realizando o podía realizar. Se requería una nueva comunidad para ello. Por lo tanto, se dijo:

Sois la mejor comunidad que ha surgido en bien de los hombres. Ordenáis lo reconocido, impedís lo reprobable y creéis en Allah. (La Familia de Imran 3:110)

Fue por este motivo por el que la gente abandonó sus hogares para siempre, sufrieron pérdidas en el comercio y la agricultura y volvieron la vista a las comodidades del mundo. Derramaron su sangre como agua, preferían la viudez para sus mujeres y el estado de un huérfano para sus niños. ¿Esta lucha, esta lucha y este sacrificio se dirigían simplemente a los fines y actividades con los que los musulmanes parecen estar tan satisfecho hoy? El camino hacia su éxito era seguro y uniforme. No había oposición del mundo contemporáneo para ellos. Se les había ofrecido repetidamente lo que los musulmanes anhelan ahora, pero cada vez el Profeta había rechazado firmemente todas las propuestas de poder, riqueza y lujo.

Si los musulmanes bajasen al nivel de todas las comunidades paganas que existían en la época de la infancia del Profeta, y bajasen al nivel en que la población no musulmana del mundo se encuentra hoy, y sumergiesen imprudentemente en los asuntos e intereses mundanos, como los árabes, los romanos y los persas de aquellos días, e hiciesen el objetivo de su existencia los fines y ventajas que el Profeta había rechazado con desdén, ¿qué podría significar salvo el repudio y la traición de la historia del Islam? ¿No demostraría que la sangre que se derramó en Badr, Hunain, Ahzab, Qadsia y Yarmouk había sido en vano?

Si los líderes de los Quraish pudieran hablar hoy, podrían decir a los musulmanes que las cosas que anhelan son exactamente las que habían ofrecido al Profeta. Todo esto podría haberse obtenido sin ningún esfuerzo ni sacrificio.

La principal preocupación del Profeta acerca de los musulmanes era que serían presa de las seducciones del mundo y olvidarían su misión. El profeta les hizo esta advertencia a en el discurso que les dio durante los últimos días de su vida:

“No es la pobreza la que temo por vosotros, sino lo que realmente temo es que la tierra se haga extensa (rica) para vosotros, como se ha hecho extensa para los que vinieron antes que vosotros, y la codiceis como ellos la codiciaron y os destruya como les destruyó a ello”.

Según ha sido narrado por Abu Ayyub al Ansari, cuando los Ansar de Medina sientían que se retiraban durante algún tiempo de esforzarse en el camino de Allah y prestaban atención al comercio y la agricultura que estaban sufriendo por negligencia, no era esto ni muchísimo menos el eximirse de las obligaciones como el Salat, el Ayuno y el Zakat, sino que expresaban  la intención de distanciarse por un tiempo de la participación en el esfuerzo activo por la gloria del Islam, esta retirada temporal era algo muy costoso para ellos y el siguiente verso de Surah Baqara fue revelado:

Gastad en el camino de Allah; que vuestras manos no os echen a perder llevándoos a la perdición, y haced el bien. Es verdad que Allah ama a los que hacen el bien. (La Vaca 2:195).

La forma particular de la vida de un musulmán es tal que o bien debe participar en esforzarse por aprender y enseñar el Din y establecerlo en la medida de lo posible o debe prestar ayuda y apoyo a los que están tan comprometidos con estas tareas, deseando, genuinamente, unirse en la tarea él mismo.

La vida de un ciudadano o un hombre de negocios satisfecho con la vida de este mundo no es la vida de un musulmán. Nunca puede ser su objetivo e ideal. Las preocupaciones legítimas de la vida y la actividad económica lícita, por supuesto, no están prohibidas. Sino al contrario, éstas son una forma de adoración y un medio para ganar la recompensa de Allah, siempre que la intención sea pura y el objetivo esté en la recompensa de la otra vida y tal ocupación sea llevada a cabo dentro de los límites prescritos por Isla

Este es el principal mensaje de la vida del Profeta para los musulmanes. Permanecer indiferente es permitir que su propósito sea desperdiciado y hacer la vista gorda a la realidad fundamental que la vida del Profeta nos presenta.


Fuente: http://www.ilmgate.org/ Traducido con ligeras modificaciones editoriales por Nuevos Musulmanes

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