Por: Imam Sohaib Suleyman
Cuando era un niño, fui afortunado de crecer cerca de un extraordinario ser humano, su nombre era Ale Nabi. Era uno de los mejores amigos de mi padre y llegó a ser como un tío para mí. Lo que era extraordinario en él no era el estatus que tenía o la riqueza de su familia, sino la nobleza y el contentamiento en su carácter. Era un profesor de inglés admirado por todos sus estudiantes. Esposo y padre querido por su familia. Amigo de muchos, siempre destacaba por su amabilidad y generosidad. Era constante en su devoción a Dios, en los momentos fáciles y los difíciles.
Hace tres años, Ale Nabi regresó con el Señor y Creador tras una difícil batalla contra el Alzheimer. Hace unas semanas, pude ir a visitar a su familia y su tumba en Canadá, para despedirme de él en persona. Mientras rezaba por Ale Nabi bajo la lluvia, lo que me sorprendió más es que la tumba no tenía nada escrito, ni nombre, ni fecha, ni palabras, nada. Aun así sentí una presencia angelical muy poderosa. Fue un recordatorio de que nuestro verdadero legado no es lo que queda inscrito en nuestra lápida, sino la manera en la que vivimos y el impacto que esta tiene en la vida de los que nos rodean.
El Profeta Muhammad nos enseñó que cuando morimos, el dinero o los hijos que hemos tenido no irán con nosotros a la tumba, ni serán de ningún beneficio. Cuánta verdad. Solemos trabajar tanto por dinero, estatus, prestigio etc. pensando que nuestra salvación está en estos logros. Pero el Profeta dice: “Hay tres cosas que te siguen beneficiando cuando estás en la tumba: el conocimiento beneficioso que has dejado; los actos continuos de caridad; y un hijo que reza por ti”. Este Hadiz resume cómo podemos vivir con un propósito, un propósito mayor que nosotros mismos o nuestro ego.
Todos somos portadores de conocimiento y sabiduría, o bien lo que aprendemos en libros antiguos o manuscritos sagrados, o bien a través de la experiencia. En el último discurso que el Profeta dio durante el Gran Peregrinaje (hajj) dijo: “todos los que me escuchen deben pasar mis palabras de unos a otros; y que los últimos entiendan mis palabras mejor que aquellos que me han escuchado directamente”. Por lo tanto, tenemos la responsabilidad de compartir el conocimiento y sabiduría con los demás a través de la escritura, hablando, enseñando o simplemente en las conversaciones con los que más queremos.
Todos podemos dar de nosotros mismos, económicamente y con otros medios. Estos actos de caridad tienen la capacidad de cambiar la vida de la gente, y suelen llegar incluso a aquellos a los que no esperamos que llegue. Aquella persona a la que abrazamos con una sonrisa hará lo mismo y de la misma manera con los demás; el hospital al que donamos nuestro dinero, tiempo o servicio, salva las vidas de niños que llegarán muy lejos; la persona deprimida a la que escuchamos descubre que la vida tiene sentido y puede transmitir ese sentimiento a sus hijos. La caridad no es un acto, es toda una vida. Se nos pide vivir en el servicio de los demás y a través de esto encontramos el sentido y objetivo de nuestra vida.
Justo detrás nuestra está la siguiente generación, ya sea nuestros hijos o los de los demás. El Corán dice: “¡Vosotros que creéis! Temed a Allah y que cada uno espere para el mañana lo que él mismo se haya buscado.” (59:18) Aquellos que viven con un gran propósito, viven con un pie puesto en el presente y otro en el futuro, sabiendo que mucho del trabajo que hagan ahora solo será patente después de que su vida haya pasado. Cuando Martin Luther King expuso su visión sobre una sociedad justa e igualitaria, antes de ser asesinado, en el discurso “Yo tengo un sueño”, dijo: “Tal vez no llegue ahí con vosotros”, sintiendo que su vida llegaba a su fin. Aun así, luchó por los derechos humanos y civiles hasta el último aliento de vida y gran parte de lo que inspiró a la nación se puso en práctica tras su muerte. Por lo que nosotros también encontraremos el propósito de nuestras vidas cuando trabajemos para las generaciones siguientes.
Preguntaron a Rumi que describiese a una persona recta. Rumi contesto que “una persona recta es aquella que sale del útero de su madre llorando mientras los de su alrededor están felices; y se va a la tumba feliz mientras los de su alrededor lloran”. La vida no consiste en nuestros logros, sino en el bien que dejamos atrás para los demás. Le pido a Allah que todos encontremos nuestro propósito y lo vivamos con sinceridad y excelencia. Amin.
Fuente: www.huffgintonpost.com Traducido y editado por Nuevos Musulmanes