Conocer a Allah a través del ayuno

Por: Equipo Editorial

Actos de adoración

De acuerdo con Imam Al-Ghazali, cada acto de adoración que realizamos tiene una forma exterior y una interior. Cuando aprendemos esto, se nos viene la imagen de que cada acto de adoración es algo vivo, que respira: la forma exterior sirve como el esqueleto, y la forma interior es lo que le da al cuerpo su forma, y esencialmente, le da vida. No hay duda de que se necesita un esqueleto. Sin él, el cuerpo no sería capaz de mantenerse erguido; no sería capaz de contener los otros componentes necesarios de la vida. Y si se rompe, o crece incorrectamente, toda la unidad lo padece. Pero aun así, un esqueleto que no tenga carne, ni piel, ni sangre recorriéndolo, ni tenga el aliento de la vida en el núcleo profundo del corazón, es simplemente eso: un esqueleto.

Hoy en día, muchos actos de adoración han sido degradados a ser meramente un esqueleto. Han perdido el alma que nos suspiraba la verdadera intención detrás de nuestra existencia: conocer a Dios. Cuando se hace correctamente, todo acto de adoración, ya sea grande o pequeño, es en realidad un medio para que conozcamos a Dios. Un medio para acercarnos al verdadero propósito de esta vida. En el Corán, dice Dios:

“Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que Me adoren”. (Adh-Dhariyat 51:56).

A veces las palabras “Me adoren” son entendidas como simplemente actos de adoración físicos, pero se dice que el versículo tiene el significado implícito de “conocerMe”. “Adorar” es aquí mencionado, porque es a través de la adoración que Dios hace que Lo conozcamos.

El Ayuno es adorar

Uno de los actos de adoración que nos permite conocer a Allah es el ayuno. Ayunar cuando no es Ramadán, pero aún más cuando lo es. Hay muchas maneras en las que el ayuno puede aumentar nuestro conocimiento de Dios, pero sobre la que me quiero centrar está basada en la tradición islámica:

“Aquel que se conoce así mismo, conoce a su Señor”.

¿Y qué es Ramadán sino un largo mes de aprendizaje para conocerte a ti mismo?

Durante Ramadán nos encontramos cara a cara con nosotros mismos. Shaytán está encadenado, por lo que ya no podemos culparle. Nos disponemos para experimentar un largo mes de cambio de ritmo, y de rechazar aquello que, en otro momento, es permisible. Eliminamos nuestro cafés del día y nuestras comidas. Dejamos nuestros estómagos vacíos, mientras intentamos seguir con nuestra vida diaria. Y a veces, a veces se nos hace duro. A veces nos inquietamos. A veces nos ponemos nerviosos. A veces la falta de agua y azúcar causa que parezca que la cabeza nos va a explotar y nos mareamos. Y a pesar de todas estas molestias, intentamos seguir recordando lo que Ramadán significa. Intentamos ser agradecidos. Intentamos no embaucarnos en enfrentamientos innecesarios. Intentamos seguir con nuestra rutina poniendo una gran sonrisa, que quizás, debido al cansancio, algunos días se va desvaneciendo cuando va llegando la hora de Asr.

Ayuno y conocimiento

Y a través de esto, nos damos cuenta de nuestra dependencia, de nuestras debilidades. Nos damos cuenta de cómo un cambio de horario puede afectarnos tanto. Y nos damos cuenta de cuánto necesitamos a Dios en cada momento de nuestra vida, desde permanecer con la boca cerrada a tener el dinero suficiente para tener comida en la mesa. Y es en esos momentos, en los que nos damos cuenta de ciertas cosas, cuando deberíamos pensar en uno de los significados de uno de los nombres de Dios: As-Samad. Él es el Señor Absoluto, Él es a quien todos dirigen sus necesidades. Él ni come ni bebe. No necesita alimento, y no cambia Sus acciones basándose en algo en lo que depende, porque Él no depende de nada, mientras que nosotros sí.

Eso no es lo único que aprendemos acerca de nosotros mismos durante este mes. También aprendemos lo que podemos hacer. Durante este mes aprendemos que podemos llegar más allá de lo que normalmente nos parecería difícil. Nos damos cuenta de que realmente tenemos tiempo para el Corán en nuestro ritmo diario. Nos damos cuenta de que podemos ser amables incluso cuando solo queremos des desagradables y maleducados. Nos damos cuenta de que realmente sí que tenemos un poco de dinero extra para alguien que lo necesita. Y tenemos que pensar que porqué de repente, en Ramadán, nos hemos dado cuenta de todo eso. No es porque nos volvamos unos superhéroes durante este mes. No es porque pongamos la intención de que haremos todo eso por un mes (aunque a veces lo parezca). Es porque Dios nos manda Sus bendiciones durante este mes en nafaha (brisa divina), y nos da facilidad para hacer actos de adoración y buenas acciones. Y sabiendo esto, sabemos que el Señor de Ramadán, es el Señor de todos los otros meses. Y por lo tanto, si queremos que nuestras acciones, cuando no es Ramadán, estén llenas de bendiciones, tenemos una opción: todo lo que tenemos que hacer es pedir. Pedir al Señor de Ramadán que todos nuestros otros días sean como los de Ramadán. Pedir al Señor de laylat al qadr que todas nuestras otras noches sean como esa noche. Y tener certeza que Él es capaz de todo eso.

Y esto solo es una instantánea del aprendizaje que hay en este mes. Tómate un momento cada día para reflexionar sobre lo que aprendes de ti mismo durante el día, y luego da un paso hacia adelante. Reflexiona sobre el conocimiento que tienes de ti mismo, y luego conoce a Tu Señor. Y recuerda, aquel que se conoce a sí mismo, conoce a su Señor.

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