El principios de la profecía del Profeta Muhammad (2)

El principios de la profecía del Profeta Muhammad (2)

El principios de la profecía del Profeta Muhammad (2)

Autor: Ibn Ishaq

Este artículo es la segunda parte de una serie de dos, lee aquí el primero.

¡Lee en el nombre de tu Señor, que ha creado–ha creado al hombre de una célula embrionaria!  ¡Lee –que tu Señor es el Más Generoso; el que enseñó [al hombre] el uso de la pluma –enseñó al hombre lo que no sabía!  (Sura del coágulo, 96:1-5)

Así que lo leí, y me dejó. Y me desperté, y era como si esas palabras estuvieran escritas en mi corazón. (Ṭab. 1150. Ninguna criatura de Allāh me parecía más odiosa que un poeta (extático) o un hombre poseído: Ni siquiera podía mirarles. Pensé, ¡ahí de mí! un poeta o alguien poseído –¡Jamás podrán decir eso de mí los Quraiš! Subiré a la cima de la montaña y me arrojaré al abismo para matarme y encontrar la paz. Así que me dispuse a hacerlo y entonces) cuando estaba a medio camino en la montaña, escuché una voz desde el cielo que decía: “¡Oh Muhammad! Tú eres el Enviado de Allāh y yo soy Gabriel.” Levanté la cabeza hacia el cielo para ver (quien hablaba), y he ahí que vi a Gabriel en la forma de un hombre con sus pies a horcajadas sobre el horizonte, que decía: “¡Oh Muhammad! Tú eres el Enviado de Allāh y yo soy Gabriel.” Me quedé mirándole, (Ṭab. y eso me apartó de mi propósito) sin avanzar ni retroceder; luego empecé a apartar el rostro de él, pero hacia cualquier parte del cielo que mirase, le veía igual que antes. Y allí me quedé parado, sin avanzar ni retroceder, hasta que Jadīŷa envió gente a buscarme y alcanzaron los altos por encima de Meca y regresaron mientras yo seguí a pie en el mismo lugar; luego él me dejó y yo le dejé y regresé a casa.

Llegué junto a Jadīŷa y me senté pegado a su muslo y me arrimé a ella. Me dijo: “Oh Abu ‘l-Qāsim, ¿dónde has estado? Por Allāh, que he enviado gente a buscarte, y llegaron a los altos por encima de Meca y regresaron.” (Ṭab. Yo le dije: “¡Ay de mí! Un poeta o alguien poseído.” Ella dijo: “Busco amparo en Allāh de eso, oh Abu ‘l-Qāsim. Allāh no te trataría así porque conoce tu veracidad, tu gran integridad, tu excelente carácter y tu amabilidad. Eso no puede ser, querido. Quizá has visto algo.” “Así es, en efecto,” dije.) Entonces le conté lo que había visto, y ella dijo: Alégrate, oh hijo de mi tío, y ten ánimo. En verdad, por Aquel en cuya mano está el alma de Jadīŷa, tengo esperanzas de que serás el profeta de este pueblo.”’ Luego se levantó, se arregló la ropa y salió en busca de su primo Waraqa ibn Naufal ibn Asad ibn ʿAbdu ‘l-ʿUzzā ibn Quṣayy, que se había hecho cristiano, había estudiado las escrituras y había aprendido de los seguidores de la Tora y el Evangelio. Y cuando le contó lo que el Enviado de Allāh le había contado a ella que había visto y oído, Waraqa exclamó: ‘¡Santo! ¡Santo! En verdad, por Aquel en cuya mano está el alma de Waraqa, que si me has dicho la verdad, oh Jadīŷa, ha venido a él el grandioso Nāmūs (Ṭab. es decir, Gabriel), el que vino antes a Moisés, y sin duda él es el profeta de este pueblo. Dile que tenga buen ánimo.’ Entonces Jadīŷa volvió con el Enviado de Allāh y le contó lo que Waraqa había dicho. (Ṭab. y eso calmó algo sus temores.) Y cuando el Enviado de Allāh hubo concluido su período de reclusión y regresó (a Meca), realizó primero las vueltas en torno a la Kaʿba, como hacía siempre. [154] Mientras hacía eso, Waraqa se acercó a él y le dijo: ‘Oh hijo de mi hermano, cuéntame lo que has visto y oído.’ El Profeta se lo contó, y Waraqa dijo: ‘Ciertamente, por Aquel en cuya mano está el alma de Waraqa, que tú eres el profeta de este pueblo. Ha venido a ti el grandioso Nāmūs, el que vino a Moisés. Te tacharán de mentiroso, te insultarán, te expulsarán y lucharán contra ti. En verdad, si vivo para ver ese día, ayudaré a Allāh como Él sabe.’ Luego, acercó su cabeza a la de él y le besó en la frente; y el Profeta se fue para su casa. (Ṭab. las palabras de Waraqa aumentaron su confianza y aliviaron su ansiedad.)

Ismāʿīl ibn Abū Ḥakīm, un liberto de la familia de al-Zubayr, me contó, transmitido de Jadīŷa, que ésta le dijo al Enviado de Allāh: ‘Oh hijo de mi tío, ¿podrías avisarme de la presencia de tu visitante cuando venga a ti?’ Él respondió que podía, y ella le dijo que la avisase cuando viniera. Así pues, cuando Gabriel vino a verle, como solía, el Profeta le dijo a Jadīŷa: ‘Este es Gabriel que acaba de llegar.’ ‘Levántate, oh hijo de mi tío,’ dijo ella, ‘y siéntate junto a mi muslo izquierdo.’ El Profeta lo hizo, y ella dijo: ‘¿Puedes verle?’ Dijo: ‘Sí.’ Ella dijo: ‘Ahora vuélvete y siéntate sobre mi muslo derecho.’ Él lo hizo y ella dijo: ‘¿Puedes verle?’ Cuando le dijo que sí podía, ella le pidió que se sentase en sus rodillas. Cuando lo hubo hecho, ella le preguntó de nuevo si podía verle, y cuando respondió que sí, ella descubrió su figura y se quitó su velo mientras el Profeta estaba sentado en sus rodillas. Entonces le preguntó: ‘¿Puedes verle?’ Y él respondió: ‘No.’ Ella dijo: ‘Oh hijo de mi tío, alégrate y ten buen ánimo, por Allāh que es un ángel y no un demonio.’

Le conté esta historia a ʿAbdullāh ibn Ḥasan y me dijo: ‘Oí a mi madre Fāṭima bint Ḥusain hablar de esta tradición tomada de Jadīŷa, pero tal como yo la escuché ella hizo que el Profeta se metiera bajo su enagua, y entonces Gabriel se marchó, y ella le dijo al Enviado de Allāh: “En verdad, éste es un ángel, no un demonio.”

Fuente: Extracto del libro “Sira Rasul Allah” de Ibn Ishaq, con algunas modificaciones editoriales.

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